A los 99 años, murió un hombre a quien los nazis condenaron a muerte y obligaron a cavar su tumba: Elio Toaff, líder espiritual de los judíos italianos a lo largo de medio siglo.
Toaff había luchado en la resistencia en la Segunda Guerra Mundial hasta ser capturado y sentenciado. Parecía acabada su vida, pero logró escapar y con el tiempo se convirtió en el rabino de Roma y símbolo del pueblo judío.
Cuando murió Pio XII, en 1958, dijo: «Los judíos siempre recordaremos lo que la Iglesia Católica hizo por nosotros, por orden del papa, durante la guerra». En 1986 tuvo un gesto histórico: invitó a Juan Pablo II a rezar con él. Fue la primera vez que un papa entró en una sinagoga. Un abrazo ratificó la declaración conciliar ‘Nostra Aetate’, de veinte años antes, correctora de la errónea interpretación de que el pueblo judío fue colectivamente responsable de la muerte de Jesús.