Estación término

Francia ha aprobado el derecho de los pacientes a la sedación terminal

19 mayo 2017 23:15 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:35
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Estamos tan atentos al trayecto y sus peripecias que hemos olvidado la llegada. Nos preocupa que Hacienda entregue al juez pruebas para imputar un delito fiscal al PP -se trata de un fraude calculado en la bonita cantidad de 220.167 euros, según el juez Pablo Ruz- que no ha merecido mayor atención conocer que la piedad no ha muerto y que Francia ha aprobado el derecho de los pacientes a la sedación terminal. No es exactamente un reconocimiento a la eutanasia, que no es otra cosa que la aspiración a morir bien. ¡Mucho cuidado! No se trata de pasaportar al otro mundo a un anciano que tose mucho, como yo, y que da la lata, también como yo, sino de impedirle a un enfermo desahuciado, a petición propia y reiterada, que siga sufriendo más allá de toda esperanza. Es ese último derecho el que acaba de acordar la Asamblea francesa, que ha aprobado la sedación terminal por 436 votos contra 34. Lo que llaman «ayuda activa a morir» y es legal en países como Bélgica y Holanda, que no son precisamente los más retrasados entre los que componen las distintas tribus humanas. El testamento vital será determinante para decidir el tratamiento que se recibe, que además será el último. Nuestra consoladora religión, más católica que cristiana, cree que el sufrimiento es una prueba de predilección divina y que el mundo es un valle de lágrimas, olvidando con demasiada frecuencia que tiene algunas colinas y pequeños montículos de gozo. También predica que hay que poner la otra mejilla, sin reparar que no tenemos más que dos. Por eso Nietzsche, antes de volverse loco, cometió la locura de llamar a Cristo «ladrón de alegrías». Su hostilidad no era contra la inmarchitable figura de Jesús de Nazaret. A él quien le caía mal era San Pablo, al que acusaba de manipulador. Debemos alegrarnos, en calidad de presuntos clientes, del piadoso acuerdo de la Asamblea Nacional francesa. Las iniciales de Erre y Pe, que son la última tarjeta de visita, no deben interpretarse siempre como ‘rabiando y pataleando’. A Dios gracias.

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