Las epidemias cambian, pero el temor aumenta

Parece que la gente tiene más miedo hoy que hace cien años (...) Podría llamarse fatalismo, pero vivíamos más con la idea de morir

12 diciembre 2021 09:20 | Actualizado a 12 diciembre 2021 09:32
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El progreso de la medicina casi ha hecho olvidar que Occidente vivió durante siglos bajo la amenaza de las epidemias. Sin embargo, la pandemia de coronavirus es un recordatorio de que la humanidad es vulnerable. También ha despertado temores ancestrales. Desde hace dos años, la pandemia de coronavirus imprime su huella en la sociedad y las diversas medidas preconizadas por las autoridades, como el confinamiento y la vacunación, han dividido a la gente.

Pero ¿hasta qué punto es posible analizar los acontecimientos actuales a la luz de los del pasado? El principal punto de referencia de las epidemias se traslada a la peste en la Edad Media. Europa occidental, que se había librado de este flagelo desde el siglo VI, vivió un primer episodio apocalíptico entre 1347 y 1351. En algunas regiones, la peste causó la muerte de entre un tercio y la mitad de la población. La epidemia volvería luego de forma intermitente hasta el siglo XVIII. Las oleadas de peste obligaron a los gobiernos a actuar y se observó que ciertas medidas, como el aislamiento de los enfermos y la cuarentena, tendían a reducir el impacto de la peste.

Así que no hay nada nuevo bajo el sol. Ahora estamos reviviendo preocupaciones y comportamientos típicos de los vividos en el pasado. La pandemia actual se compara a menudo con la mal llamada gripe española (GE) al final de la Primera Guerra Mundial. En los dos casos se trata de pandemias, es decir, epidemias que se propagan rápidamente por todo el mundo, lo que no ocurrió con la peste. La magnitud del fenómeno también es comparable. La mortalidad por la gripe española supone una tasa de morbilidad, mucho peor que la del coronavirus. Pero la comparación termina en el hecho de que la gripe española fue infinitamente más preocupante.

En aquel momento, no se tenía ni idea sobre aquello a lo que se hacía frente, porque no se conocía todavía la existencia de un virus. En el caso del coronavirus se sabe mucho más, aunque todavía hay zonas grises. Pero, sobre todo, la tasa de mortalidad fue mucho más grave y afectó principalmente a la generación de 20 a 35 años, y no a los ancianos, como parece ser el caso del coronavirus. Si se leen los periódicos de la época, se ven tragedias inauditas, en las que mueren el padre y la madre, mientras que los hijos y los abuelos se salvan.

En este aspecto también, el fenómeno era mucho más preocupante que hoy, porque diezmaba las fuerzas más activas de la población. Sin embargo, parece que la gente tiene más miedo hoy que hace cien años. Hoy en día vivimos en sociedades modernas, en las que la salud es muy importante. Las familias pagan mucho dinero por los seguros médicos, y esos gastos están en consonancia con lo que se espera del sistema sanitario.

A principios del siglo XX, la esperanza de vida era de 45 a 50 años, mientras que hoy supera los ochenta. Los peligros de entonces, como los partos y las enfermedades infantiles, se llevaron un gran número de vidas. Luego, se volvieron a registrar umbrales de mortalidad significativos en torno a los años cincuenta. Podría llamarse fatalismo, pero vivíamos más con la idea de morir. Esto no significa que las personas permanecieran totalmente impasibles.

La gripe española fue realmente aterradora, porque la gente moría en medio de terribles sufrimientos. La población aceptaba y toleraba la situación. Hoy en día la gente reacciona con mucha más fuerza, lo que refleja que, para nuestra sociedad, la muerte se ha convertido casi en un tabú.

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