Los Juegos y el hombre que mordió al perro

Las anécdotas corrosivas han copado el interés informativo con el riesgo que supone para la imagen de Tarragona.

 

28 junio 2018 11:48 | Actualizado a 28 junio 2018 11:56
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El concejal comisionado de los Juegos Mediterráneos, Javier Villamayor, lamentaba ayer que durante la competición se han entregado 400 medallas a los deportistas «pero la noticia es la medalla que dio Mireia Belmonte». Villamayor habrá oído alguna vez aquel principio periodístico que afirma que la noticia no es que un perro muerda a un hombre. La noticia es que un hombre muerda a un perro. No le debería extrañar, pues, al concejal tarraconense que todos los medios se hayan hecho eco de la inusual entrega de medallas que protagonizaron las nadadores entre ellas mismas porque no había nadie de la organización que cumpliera con lo que es normal, es decir, con lo que no es noticia. Dicho esto, es indudable que el tratamiento informativo que otorgan a los Juegos Mediterráneos la mayoría de medios foráneos es tremendamente sesgado, con el riesgo de que se acabe proyectando una imagen negativa de la ciudad. La anécdota se ha convertido por sistema en la categoría de todo cuanto ocurre en los escenarios de la competición. No debería pasar nada si además de relatar las chapuzas que hemos soportado también se informara convenientemente de la globalidad de los eventos deportivos. Pero si lo único que trasciende es lo corrosivo, ya tenemos servida una imagen distorsionada de la realidad. Y todo ello sin negar en absoluto que la improvisación y la falta de planes de comunicación para involucrar a la ciudad y a todas las sedes en el evento está pasando una tremenda factura. A estas alturas nadie podía pretender que hubiera bofetadas para adquirir localidades en las distintas competiciones. Los Juegos Mediterráneos, como espectáculo, no han funcionado en ninguna sede. El deporte de elite (y los deportistas catalanes y españoles juegas ahora en la máxima división) tiene otros eventos que copan el interés de las televisores y de los espectadores. El aprovechamiento de los Juegos debía haber jugado otra estrategia de éxito con la que se hubiese conseguido que la mordedura de un hombre a un perro no fuera noticia.

 

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