Prueba y olvido

Simplifiquen sus vidas y se darán cuenta enseguida de que son los caprichos y deseos los que nos paralizan y convierten en personas que sueñan constantemente en lo que no tienen

27 julio 2021 09:41 | Actualizado a 02 agosto 2021 00:22
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Hace tiempo que les escribí sobre las transformaciones que estamos sufriendo en nuestra sociedad en la elección de muchos productos de consumo: la prueba y el olvido. Ahora que estamos empezando la temporada de vacaciones este fenómeno se agiganta notablemente. Piensen en la cantidad de cosas que compran para probar en el supermercado si hacen una primera compra para verano.

Pero si ya han llegado felizmente a su destino vacacional, piensen en cuánto tiempo dedicarán a elegir los restaurantes porque les han dicho que hay uno nuevo que vale la pena o que ha cambiado el cocinero en el otro y les intriga probarlos.

Pero cuando lleguen al restaurante, tienen la opción de pedir la celebérrima ensalada de tomate con atún o burrata o incluso burratina y el taco de merluza, hamburguesa o entrecote o… probar. Los menús son cada vez más intrigantes: mejillones al vapor al perfume de erizos, carne de Wagyu con esferificaciones de Wasaby... y hacen que probemos lo diferente, lo que nos recuerda un guiso de nuestra abuela, pero con un toque innovador.

Y si siguen por ese camino, se darán cuenta de que al elegir los vinos se pasarán un rato frente a la estantería porque les gustaría probar aquel Montsant que les dijeron el otro día o quizás un vino australiano del que leyeron que era el mejor sauvignon blanc del mundo en la relación calidad/precio…

¿Qué nos pasa que vemos antiguo el bañador del año pasado? ¿Por qué necesitamos renovar parte de nuestra colección de camisetas, polos o camisas para no llevar las mismas del año anterior? ¿Por qué las alpargatas beige nos aburren y compramos unas rojas o violeta? ¿Por qué ese vestido que tanto gustó el año anterior lo dejamos al fondo del armario y queremos sorprender con otro modelo?

Deberemos acostumbrarnos a comprar menos y, si me apuran, solo lo necesario

Algo nos pasa porque no parece una conducta racional si las prendas que vamos abandonando nos las hemos puesto muy pocas veces. Algo que quizás valdría la pena que pensásemos para conocernos un poco más a nosotros mismos. Porque la verdad es que, si viviésemos en una isla desierta, nos pondríamos lo que nos da la gana tantas veces como fuese posible hasta que se cayese a trozos. Es posible que cuidásemos nuestro aspecto si pudiésemos mirarnos a un espejo, pero poco más. 
Por lo tanto, todo ese fenómeno de probar y probar olvidándonos rápidamente de ello tiene que estar relacionado con los que tenemos en frente. Y, ¿qué queremos demostrarles? ¿Que nos interesa la gastronomía y constantemente proponemos restaurantes o comidas creativas e innovadoras? ¿Que sabemos algo de vinos y probar uno nuevo nos facilita explicar lo que nos hace sentir? ¿Que ponernos unas alpargatas de color violeta hace que se fijen en nosotros y no seamos solo parte del paisaje de los miles de humanos tostados por el sol paseando por la playa o los pueblos?

Valdría le pena que hiciesen el esfuerzo de pensar en ello porque se avecina una época de sostenibilidad planetaria que debería apartarnos de todo eso y nos dolería si no lo comprendemos. Deberemos acostumbrarnos a comprar menos y, si me apuran, solo lo necesario, a repetir la misma camiseta, bañador o vestido hasta que podamos reciclarlo. Deberemos racionalizar la compra de nuestro vehículo para que sea ecológicamente soportable, aunque implique tener que recargarlo esperando mucho más de lo que tardamos en una gasolinera. 

Y si todo eso es cierto, y parece que lo es, tendremos que empezar a estudiar el epicureísmo, ese sistema filosófico que predica la búsqueda de los placeres moderados para alcanzar un estado de tranquilidad y de liberación del miedo, con la ausencia de sufrimiento corporal por el conocimiento del funcionamiento del mundo y la limitación de los deseos. Empezar a suprimir caprichos y utilizar el conocimiento para la limitación de deseos… bonito, ¿verdad?

Simplifiquen sus vidas y se darán cuenta enseguida de que son los caprichos y deseos los que nos paralizan, los que nos convierten en personas que sueñan constantemente en lo que no tienen o desearían tener hasta el punto de sacrificar su vida personal para un deleite fugaz. Y si no, ¿Por qué tenemos tantos adictos al trabajo que no tienen tiempo para lo imprescindible y solo piensan en lo accesorio?

Xavier Oliver es profesor de IESE Business School

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