Una dicotomía falaz

04 diciembre 2020 09:20 | Actualizado a 04 diciembre 2020 09:41
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Alex Grijelmo señala que tenemos en nuestro país un serio deterioro de como usamos el lenguaje, sobre todo por parte de los políticos; y ello conlleva a una perplejidad a la hora de la comprensión.

La nueva ley educativa, denominada Ley Celaá, nos ha presentado un binomio perverso «pública/concertada» como si esa fuera la tensión, cuando no debería haber ninguna tensión entre la educación pública y la educación concertada, la educación lo que debe ser es pública y luego decidir cómo se arbitra.

En España, desde tiempos inmemoriales, la educación no ha sido pública, y los gobiernos no se han preocupado de que el pueblo esté educado.

Ya Antonio Machado en su libro Juan de Mairena lo señaló claramente: «La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero», y señala Machado: «Son precisamente los que guardan y aguardan la verdad, quienes más se alejan de ella, pues tapan las dobleces y bifurcaciones con que nuestros corazones buscan…». El espectáculo que se ha creado con la «enésima» ley general de educación es pavoroso.

La ministra Celaá y los socialistas, parece ser, no se han enterado todavía; que la problemática de «la concertada» nació cuando Felipe González deseó ampliar la educación y hacerla pública para todos y se encontró que no había suficiente dinero, ni profesorado, ni escuelas para cumplir esa realidad; y optó, como solución de compromiso estratégico, llegar a un acuerdo con la iglesia católica. Y la LODE de 1985 aprobó la regionalización de la educación y la presencia de un fuerte y subvencionado sector privado religioso. Que se denominó «concierto» y allí se reconocia palmariamente el papel subsidiario del sistema privado, aunque el gobierno tenía el control de la provisión pública de plazas escolares. Posteriormente, en 2004, Zapatero amplió el cupo de la escuela concertada y en la ley de la LOE del 2006 se igualaban los conciertos y hasta se daba más financiación a la privada que a la pública.

Esta es la realidad simple y llana de la educación española, una cosa es predicar y otra dar trigo, habrá quien opine que la educación concertada pueda ser una anomalía obsoleta que debemos superar, ya que el 32,7% de los centros educativos son centros privados financiados con dinero público. Y en Madrid y Cataluña superan el 50%. El 63% de esos centros son de la Iglesia Católica.

Esto es así pero no es menos cierto que la educación pública en España siempre ha sido una pordiosera del sistema. Los que nacimos al final de la guerra civil, los que podían, eran educados en colegios religiosos, conviene recodar los índices de analfabetismo en España en 1940 era del 25%.

El papel de los escolapios, jesuitas, salesianos, maristas, sanviator… y las órdenes religiosas femeninas ha sido esencial en mantener un tipo de educación positivo, y es una hipocresía total el querer hoy cargar contra la educación «concertada». Otra cosa es que la educación deba ser pública y la educación debe ser laica, como se infiere de la Constitución , pero la solución no es desarrollar toda esta trampa ideológica en función de una ideología denominada progresista, cuando en verdad es que dentro del gobierno español hay un partido claramente «comunista bolivariano», que aunque su ideología ha fracasado en el mundo (no hay más que ver el éxito de Rusia, Cuba, Corea del Norte, Venezuela y en otros países en Iberoamérica) acá ha logrado aliarse con el partido socialista, que parafraseando a Guerra, en este momento, no lo reconoce ni la madre que lo parió.

Si a eso se añade que en España no hay ahora una educación global única para toda ella, eso que los independentistas dicen Estado, pues todo está dicho. Tenemos 17 sistema educativos, algunos rabiando para el rompimiento de España, en donde desde hace tiempo hacen lo que les da la real gana los partidos independentistas, debido a que nuestro sistema electoral , no como en otros países, donde ningún partido que no alcance el 5% de votos en la globalidad de las elecciones nacionales, no puede estar en parlamento nacional. Y aquí tenemos partidos que representado el 0.2%, 0.5% o el 0.8 % o el 2% de la votación nacional tienen uno, dos, 5, 8 … diputados que son esenciales para la mayoría y venden su voto a precio de oro.

Esta es la triste realidad de España; y tal como están las cosas es más que obvio que no hay, de momento, solución; y tampoco dinero. Según los sindicatos educativos, hacen falta 70.000 profesores para atender los 20 alumnos por aula, inviertan en educación pública y el binomio de enfrentamiento no existirá. Por ello tenemos la mayor tasa de abandono escolar de Europa y de las más altas del mundo, y de repetición de curso. Esta triste realidad y esta ley, que falazmente con eufemismos lingüistas regala los títulos, el pasar de curso con suspensos, y abandona la cultura del esfuerzo y del trabajo, todo se soluciona con «necesita mejorar». El buenismo pedagógico elevado a la máxima potencia. La verdad; desde la ley Moyano de 1857 no hemos atinado. Esta es la realidad del país que tenemos, un parlamento que se distingue por un «equilibrio y mesura impresionante», una capacidad de «diálogo y entendimiento» divino y con un gobierno «maravilloso y sublime» en la gestión de la pandemia y por supuesto de la educación y la sanidad. ¿O no?

Luis Fernando Valero: Doctor en Ciencias de la Educación. Profesor de la Universitat Rovira i Virgili jubilado. Fue docente en varias universidades de Iberoamérica y director de la proyección social de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (El Salvador).

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