Una figura política al frente del Port

El nombramiento de Cruset rompe la tradición de un presidente del Port de Tarragona técnico y originario de la ciudad

 

31 octubre 2018 16:22 | Actualizado a 31 octubre 2018 16:25
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Las formas como se ha producido el relevo al frente del Port de Tarragona han sido muy poco edificantes. Tras más de cuatro meses de interinidad, el Govern de la Generalitat ha decidido situar al frente de la principal infraestructura pública de Tarragona al hasta ahora alcalde de Riudoms, vicepresidente de la Diputació y máximo responsable del PDeCAT en Tarragona, Josep Maria Cruset. La elección rompe la tradición más reciente por varios frentes. Los últimos máximos responsables del Port, si bien ostentaban vínculos ideológicos con el Govern de turno, respondían a un perfil técnico de gestores o incluso de empleados del propio Port. También se rompe la norma no escrita de que el presidente del Port sea de Tarragona. En este sentido el alcalde Ballesteros ha optado por tirar de manual de corrección política y ha dicho que este aspecto no tiene importancia. Ha sido la teniente de alcalde Begoña Floria la encargada de lanzar el torpedo de sinceridad al asegurar que el nombramiento de Cruset «es una mala noticias. Nunca había pasado». La primera prueba de fuego respecto a si sus orígenes pueden influir en las decisiones del Port se producirá en el proyecto de la terminal provisional de cruceros. Habrá que ver si Cruset mantiene la decisión del presidente saliente de situar dicha terminal de necesidad acuciante en el Moll de Balears (dentro de la actual superficie portuaria) o lo devuelve al Contradic dels Prats, en La Pineda, es decir, en el término de Vila-seca. Cruset debutará con una patata caliente encima de la mesa y sobre todo con un listón muy elevado, gracias a la excelente labor realizada en el Port por su antecesor, Josep Andreu. El Port es uno de los principales motores de la ciudad y un gran impulsor no sólo de la economía, sino también de la actividad ciudadana, tanto en lo social como en lo cultural. Cruset desembarca con un marcado sello político que no debería lastrarle a la hora de gestionar con criterios técnicos y apartidistas. Pero no lo tendrá fácil. Andreu cayó por su tibieza independentista. Un dato que cuesta de olvidar.

 

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