¿Y si Mas es Napoleón?

Rajoy designa a Alicia para estrellar al PP, cediendo a Ciudadanos la pelea

19 mayo 2017 22:14 | Actualizado a 22 mayo 2017 14:42
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Gustave Le Bon fue pionero, más allá de las intuiciones luminosas de Maquiavelo, tratando de destilar los factores del comportamiento político en su Psychologie Politique. Después Lasswell apostó por el valor de la biografía, influido por el psicoanálisis, para interpretar la acción del político.

Con el tiempo la Psicología Política se diversificó (enfoques sociobiológicos, neurofisiológicos, cognitivistas, etcétera) y sin embargo, a pesar de la tendencia a interpretar la política en clave de estrategia y de marketing, a veces se echa de menos algo del viejo psicoanálisis. Estaría bien poseer un buen perfil de Artur Mas, el presidente catalán que en apenas una década ha pasado de ofrecerse como garante de la estabilidad del Estado a pilotar la ruptura de España, imbuido de un cesarismo mesiánico hasta retratarse en los carteles como Moisés conduciendo al pueblo elegido a la tierra prometida. Ejerce literalmente de Zarza Ardiente. Su discurso del fin de semana proclamando que votar contra él es votar contra Cataluña, como depositario de toda la nación, refleja la tendencia delirante. De hecho la efervescencia de los nacionalismos suele ir históricamente aparejada al liderazgo de una personalidad perturbada. Mas no parecía tener talla para eso, pero ¿y si es así?

En realidad casi mejor sería disponer de un perfil psicológico cruzado de Mas y Rajoy. El ‘galleguismo’ del sí pero no pero sí pero no del presidente español ya le llevó a claudicar el 9-N por indecisión, y no parece reaccionar al 27-S, ante el que Mas se ha refugiado en una lista secesionista a la vez de derecha y de izquierda encabezada por un comunista con mimbres populistas y rematada con un entrenador de fútbol. Así, tapado como n.º 4 de ese totum revolutum, logra que no se vote su gestión (deuda, paro, servicios deteriorados.) sino la nación. Y ante eso Rajoy va y designa a Alicia Sánchez Camacho para estrellar al PP, cediendo a Ciudadanos la pelea. Y además ha dado el visto bueno a la visita de Mas al Rey, tras su grosera deslealtad en la final de la Copa, para montar su show: «Vengo en son de paz».

A ver, ¿de qué otro modo podía ir? Estas idioteces se han convertido en el alpiste con que mantiene a la clientela entretenida. Claro que el viejo Lasswell ya concluyó que en los líderes políticos hay un carácter infantiloide con una insaciable necesidad de reconocimiento social; y es lo que Mas parece haber encontrado como libertador. Así que va dando candela del victimismo populista (España nos roba; la legalidad española nos sojuzga; España, si no se vota independencia, pasará a Cataluña «por encima sin misericordia») a vender ‘Dinamarca amb Barretina’.

Su cesarismo cada vez parece más napoleónico, pero de loquería de tebeo de Ibáñez. ¡Un psiquiatra, por favor!

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