Cuando los hijos que no tienes te hacen muy feliz

Tener descendencia, un sacrificio, una religión. Para mis padres tener hijos era una inversión en efectivo y afectiva. Cuanto invirtieran en nosotros, se lo devolveríamos; lo mismo pasaría con el afecto

22 marzo 2019 12:11 | Actualizado a 22 marzo 2019 12:15
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Querido amigo sin hijos: 
Acabo de ver tus fotos en el safari a caballo a Kenia -no sabía que montaras tan bien- y no me ha pasado por alto cómo te miraba la inglesita de la izquierda, la del jaco pinto.

Tus panorámicas de vacaciones intempestivas suelen llegar en mitad del inacabable semestre de invierno y a mí me suenan a película de James Bond. También las del año pasado en tu crucero por el Nilo -sólo mil euros una semana- y era tan barato que invitaste a aquella amiga tan mona de tu trabajo.

Me encantaron las del marzo anterior, me acuerdo que mi pequeña pilló no sé qué en la guardería, que me tuvo una semana sin salir de casa, en Deux Alpes. ¡Cómo disfrutabas en la durísima pista negra del Diable, y qué bien de precio te salió, gracias a esas ofertas en época escolar que sólo tíos y tías listos y sin hijos como tú podéis cazar al vuelo! 

Ya no me acuerdo de todos tus viajes. Son tus vacaciones de invierno, luego tienes las de verano y luego tendrás las que los hijos de quienes hacemos colas en la carretera para aprovechar algún puente del colegio, te pagaremos en el Imserso.

Pero no me rindo. Te volveré a enviar este verano las fotos de los niños en la China milenaria, la Polinesia dulce y amable y el salvaje oeste. Iremos a Port Aventura de nuevo y volveré a lamentar los 50 euros de más en bocadillos, coca colas, chuches, regalitos. Me volverás a recordar, cuando me queje, que ya me avisabas tú, entre novia y novia, que no querías una familia.

Y, también que tenías razón cuando apreciabas, con descarado machismo, que «los tíos no tienen prisa por casarse; son ellas las que corren hacia el altar y será por algo».

Todo eso quedará entre nosotros, pero lo que pido que vaya directo al corazón de la campaña electoral es que tú deberías pagar más impuestos por tu salario que los que estamos invirtiendo en hijos. Porque ese esfuerzo hará posible que tú cobres una pensión, gracias al esfuerzo de mamás y papás como yo, después de todos estos años de vacaciones a mitad de precio.

Y es que nuestras desgravaciones por hijo en las declaraciones de la renta son ridículas; y carecemos de las subvenciones habituales en la Europa más avanzada. Y no hablo de Suecia o Dinamarca, sino de Francia -de ahí que tenga la mayor tasa de natalidad de Europa- y Alemania, donde los sin hijos pagáis más y los con hijos recibimos más y tributamos menos.

En Francia, la Caisse d’Allocations Familiales paga 900 euros por nacimiento más una ayuda de 180 euros mensuales por hijo y una ayuda para niñera que puede llegar al 80% de su sueldo. Si el padre o la madre quieren interrumpir su actividad laboral temporalmente durante hasta tres años para cuidar a los niños, se les garantiza el empleo a su vuelta y una pensión mensual durante su ausencia de hasta 600 euros. 

Existen otras ayudas familiares, además, para el alquiler, o los gastos ocasionados por una mudanza, por ejemplo. Y no son ayudas para rentas modestas: se acceden a ellas hasta con sueldos de 3.500 euros mensuales.

En Francia, desde luego, sí se puede tener hijos. Aquí ha sido un sacrificio, una religión. Para mis padres tener hijos era una inversión en efectivo y afectiva. Cuanto invirtieran en nosotros, se lo devolveríamos; lo mismo pasaría con el afecto. La verdad es que uno, hablo por mí, no ha estado a la altura de tantas expectativas. Y pocos son los hijos de mi generación que sí han estado. Por eso, me temo que los sin familia como tú habéis sido más listos que vuestros padres al evitar la descendencia.

Pero no es que piense sólo en las familias, sino en la sostenibilidad del sistema que envejece a más velocidad de la que permitiría pagarte el Imserso. Porque Catalunya tiene una de las poblaciones más decrépitas del planeta.

Y los hijos que no has tenido, ya nadie los podrá tener por ti. Y haz el favor de no quejarte de la inmigración. Porque no sólo los inmigrantes, que también trabajarán para que puedas tener tu pensión al jubilarte, harán bien en ignorar tus quejas. También pueden enfadarse al oírlas, y con razón, todas las mamás que trabajan el doble cuando no hay colegio.

 

Lluís Amiguet es autor y cocreador de ‘La Contra’ de ‘La Vanguardia’ desde que se creó en enero de 1998. Comenzó a ejercer como periodista en el Diari y en Ser Tarragona. 

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