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Cuento de una tarde de verano

29 junio 2022 18:10 | Actualizado a 30 junio 2022 07:00
Emilio Mayayo
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Doctor en Medicina por la Universitat de Barcelona (1987). Exjefe de la Sección de Patología del Hospital Joan XXIII de Tarragona. Coordinador de la sección de Patología Infecciosa de la Sociedad Española de Anatomía Patológica (SEAP). Exvicepresidente de la Acadèmia de Ciències Mèdiques de Tarragona.

Pasado el solsticio, hemos entrado de pleno en el verano. Todo se relaja, empiezan las vacaciones para los pequeños y a los mayores les toca esperar el mes que se les otorgue. Aparece el problema de siempre, ¿cómo llenamos el tiempo libre de los peques?

Lo más habitual es buscar actividades diversas, campamentos, colonias, pero como la mayoría de padres tienen que seguir trabajando, tiran de los abuelos para llenar esos tiempos vacacionales. Uno que ya está en el pul de ser abuelo, disfruta del tiempo a compartir con su nieto. Me he preparado una serie de actividades diversas, pero sobre todo desarrollar la pasión por la lectura, que sirve para mucho y es un verdadero placer. De esta manera intentaré que no caiga desde muy joven en el abuso de las tecnologías, esas que están tan inmersas en la programación cotidiana, y no digamos de la televisión.

Mi objetivo es que en un futuro próximo se aficione a leer libros en papel. Es bien conocido por todos que en los libros está todo escrito. Veremos si con el tiempo y la constancia cristaliza mi objetivo. Cómo no, hay que empezar por los cuentos para poder llegar a los libros. Partiendo de esta premisa, me he permitido hacer una excepción y he transformado en cuento una historia para mayores. He tomado un libro apasionante en el que creo se manifiesta claramente mi intención veraniega, es el escrito por Ray Bradbury y es el conocido Farenheit 451. Una excelente historia en la que se narra la destrucción de los libros para controlar a los ciudadanos y ser elementos pasivos en un mundo sometido por las tecnologías. Afortunadamente el autor introduce unos acontecimientos que cambian el enfoque inicial y se llega a un final espectacular. Es un libro de fácil lectura que recomiendo o en su defecto vean la versión cinematográfica dirigida en 1966 por François Truffaut con Julie Christie y Oskar Werner (de nombre real Oskar Josef Bschliebmayer), un buen regalo para este verano.

Mi objetivo es que mi nieto se aficione a leer libros en papel y que desarrolle la pasión por la lectura, que sirve para mucho y es un placer

La adaptación que he osado preparar es muy diferente en la estructura, aunque la finalidad es la misma, apasionar a los niños en la lectura de libros para no perder esta tradición necesaria. Personalmente creo que los libros se deben leer en papel, ya que en ellos se pueden subrayar frases, fechas, hechos, hacer anotaciones y escribir las sugerencias. Haciendo un pequeño resumen de lo de la adaptación propuesta y con imaginación futurista viene a empezar en el año 2222, al protagonista le queda poco para subsistir ya que se programó para que el 22 de febrero, cuando todos los números 2 marquen el calendario, dejar de existir.

Se lamenta de no haber podido cumplir el sueño de su abuelo, el poder transmitir un libro a su nieto y, de no ser él, a un receptor preparado. Reconoce que las cosas han ido muy diferentes a como se le contó su abuelo el cuento de los libros que se quemaban. El protagonista ha intentado por todos los medios y con todas sus fuerzas que se pudiera cumplir el legado, sin embargo el tiempo transcurrido y las excesivas tecnificaciones han hecho imposible su realización.

Pueden apreciar que para animar la atención de mi nieto en esta versión lo he incluido como protagonista, ya que creo puede ser importante para conseguir el propósito planteado. Así, el protagonista recuerda que de pequeño pasó buen tiempo con su abuelo que le enseñó la manera de pensar y de estructurar el pensamiento. No hay que decir que le inculcó la necesidad de leer, el amar los libros y como en la obra de Bradbury le hizo aprender el libro que él tenía grabado en su memoria.

Siempre le decía, si tú puedes tener en tu mente las cosas retenidas, nunca dependerás de nadie, tú serás el que domine las situaciones. Una gran verdad que demasiadas veces olvidamos. Además, le enseñó a amar la naturaleza, la historia de las cosas, la biología, etc. Le sugirió que profundizara en los estudios de biofármacoquímica, con los que disfruté mi vida profesional llegando a desarrollar diversos avances científicos, entre ellos el logro de una sobrepiel biológica que es la que nos alimenta sin necesidad de comer o de realizar otras funciones orgánicas.

La imaginación utilizada hace que se pueda llegar a vivir más de doscientos años ya que los avances de la ciencia han sido espectaculares, pero se ha perdido el sentido de vivir. Cada grupo de personas lo hace en su plataforma organizada y hay poca relación con las otras, todo se realiza por los medios técnicos de comunicación. Vivimos de forma autónoma y cada cual en su espacio. No hay apenas relación entre las personas. No existe el dinero, las tiendas, los grandes almacenes, los supermercados. La salud está muy controlada y casi no existen enfermedades. Todo lo necesario se pide por los medios de comunicación. Con todos estos avances uno puede alargar su vida, pero no la disfruta. Durante años he buscado mi sueño, el de transmitir mi legado a otro y me ha sido imposible. Ahora toca mi fin, me da verdadera pena perder la tradición, es lo que hay.

Los libros son esenciales y necesarios, pero cada día se lee menos, se ven pocos en las casas y no digamos de las librerías que se cierran

Esta versión en cuento es un tanto catastrófica. Se plasma un mundo feliz considerado como el deseado en el que si uno pretende seguir lo tradicional, no halla continuidad. La tecnología rompe lo que se tiene como formativo y culto. Los medios de comunicación de masas reducen el interés por la literatura, la filosofía, la historia, las artes básicas. Creo que esta manera de vivir será la que tendrán en el futuro, sin olvidar que ya la tenemos en el presente. Tal como vamos son las tecnologías que nos dominan, lo tradicional se perderá en el tiempo.

Los libros son esenciales y necesarios, pero cada día se lee menos, se ven pocos en las casas y no digamos de las librerías que se cierran. Hay que recordar que leer es soñar despierto, es imaginar personalmente lo que el autor ha querido plasmar. Sin embargo, en la sociedad descrita en el libro de Bradbury se quemaban los libros y nosotros vamos camino de hacerlo, solamente persistirán unos pocos soñadores que conserven la necesidad de leer lo escrito en el pasado. De seguir así, lamentablemente será un verdadero desastre.

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