Durante demasiado tiempo, la estación de alta velocidad del Camp de Tarragona ha sido un ejemplo de abandono silencioso. Años en los que los problemas acumulados —desde accesos complicados hasta vehículos abandonados y quemados en la cuneta— parecían formar parte del paisaje, como si fueran inevitables. Pero lo que hasta hace poco parecía crónico ha empezado a resolverse en cuestión de semanas. Que cuatro coches quemados hayan desaparecido finalmente de la entrada de la estación puede parecer un gesto menor, casi anecdótico. Sin embargo, simboliza algo mucho más importante: cuando las instituciones se coordinan, incluso los problemas endémicos pueden tener fin. El gesto de la Generalitat y la actuación de Adif, aunque tardías, demuestran que con voluntad política es posible dar pasos concretos hacia la mejora de un servicio esencial para casi 1,5 millones de viajeros al año.
Este caso también deja lecciones claras. No siempre tendremos estaciones perfectas ni infraestructuras idealmente planificadas, pero podemos y debemos asegurar que las que existen funcionen correctamente. Limpieza, seguridad, información y accesos adecuados no son lujos: son la base de un servicio digno. Mejorar lo que ya tenemos es, en muchos casos, la primera y más urgente forma de progreso.
Ahora, el reto es no conformarse con este primer paso. La planificación, la conectividad y la funcionalidad de la estación siguen siendo asignaturas pendientes. Pero si algo queda claro es que cuando la acción sustituye a la desidia, incluso los problemas que parecían eternos pueden resolverse. Por fin, en Tarragona, se puede decir: se acabó.
Pero no basta con que la estación esté limpia y ordenada: su verdadera utilidad depende de que los viajeros puedan llegar y salir con facilidad. Las conexiones con el transporte público siguen siendo un desafío que requiere atención inmediata. Apostar por una movilidad eficiente no es solo un capricho urbano, sino una forma de garantizar que la alta velocidad cumpla su función: unir personas, impulsar la economía y reforzar el Camp de Tarragona como un nodo estratégico. Es clave para nuestra área metropolitana.