El camarote (y II)

Es fácil perder el norte, pero hay que tener presente que quien debe imperar en un periódico es el lector, sencillamente porque sin lectores no hay periódico
 

16 febrero 2022 06:40 | Actualizado a 16 febrero 2022 11:12
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El principal enemigo que hay en el llamado ‘camarote del capitán’ de un director de diarios es el teléfono. Suena cuando quiere quien busca comunicarse con el timonel del diario y nunca al revés. Y cuando suena es porque alguien tiene un interés en algún asunto. No hay llamada inocente. Todas las llamadas son para pedir algo, a veces para exigir e incluso amenazar. También amenazas de muerte. Yo he sido amenazado de muerte tres veces y no por teléfono, sino a la cara; se ve que en esto de liquidar al periodista no hay límites y los cafres te lo sueltan a la cara.Hubo noches que no dormí en casa temiendo lo que literalmente mi amenazador y su gentuza dijeron que sería una “noche de los cuchillos largos”. Es lo que comúnmente se llama “matar al mensajero”, es decir, que se convierte en culpable de un asunto a quien lo explica y no a quien lo protagoniza.

El segundo enemigo es la enfermedad latente de perder el sentido de la realidad del país y de los lectores. Es muy fácil, porque la irrealidad de los políticos es tan presionante que se puede perder el norte con facilidad. 

Quien debe imperar en un periódico es el lector, sencillamente porque sin lectores no hay periódico. Una de las tentaciones más fáciles para ganar lectores es introducir cambios en el diario. Cuantos más cambios, mayor peligro de perder lectores en lugar de ganarlos, porque los lectores son muy tradicionales y no les gustan que se produzcan cambios. Yo he tenido quejas agudas por cambiar el crucigrama de página.
El tercer enemigo es la tentación de querer mejorar el mundo a través del periódico. El mundo es la suma de siete mil millones de seres pensando cada cual por su lado y no una barca pequeña con un solo remo con la que se quiere llegar a la luna. Una de mis sentencias que más defiendo es “deja que la gente se equivoque sola”. A la ciudadanía hay que darle jirones de realidad para que tome libremente decisiones. Defender “la verdad”, cuando la verdad no existe es pretencioso. O así me lo parece.

Otro enemigo es mezclar los hechos de una realidad con la opinión personal o la opinión de la propiedad del diario. Informar es solamente eso, dar a conocer con la mayor objetividad lo sucedido. Si se quiere opinar, no hay ningún problema, se opina en el artículo editorial de cada día o en las páginas de opinión. Barajar opinión e información no solamente es perverso, sino que también es una manipulación inaceptable.

Hay otros peligros, pero estos cuatro son fundamentales y permiten ver que no es tan sencillo dirigir una nave de entusiastas redactores, sin perder el rumbo por culpa de cantos de sirena. El periodista es una persona humilde y apasionada por su trabajo que se siente feliz con sus pequeños o grandes logros.

Por último, un director de un periódico ha de pasar más horas en la Redacción que en actos públicos o menos públicos. Su presencia en el zafarrancho que supone llenar páginas que de buena mañana están en blanco y por la noche han de estar llenas, fortalece a los redactores y jefes de Redacción, sobre los que se ha de delegar mucha confianza, se ha de escuchar y, en la medida de lo posible, hacerles caso porque aunque cada información la firme una persona diferente, llenar el diario es un trabajo de equipo y la opinión de todos es importante. Aunque parezca irreal, apoyarse en el equipo da mayor consistencia no solamente a la dirección, sino también a la empresa.
El camarote del capitán, como he tratado de dibujar en estas líneas, no es un lugar hermético, sino que está siempre abierto y el capitán entra y sale constantemente para saber cómo suenan las máquinas y si el rumbo es el adecuado. Apasionante, como un quirófano o un confesionario.

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