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    Que dimita el fútbol

    28 agosto 2023 15:59 | Actualizado a 29 agosto 2023 07:00
    Juan Ramón Ortega Ugena
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    A los que no nos gusta el fútbol, que no sólo soy yo, se nos hace insoportable el mundillo que lo rodea. El juego en sí nos da tan igual como una partida de petanca o de dominó. Pero esa atención que genera en la sociedad, países paralizados, pujas por contratar a un determinado jugador, si el balón votó aquí o allá... ¡Buf!, no enumero más porque resulta demasiado fastidioso. Es tan patriotero seguir al equipo nacional como al tío Braulio que cerró la partida con el pito doble. Si no teníamos bastante, ahora se ha multiplicado por dos durante las cuatro estaciones del año.

    Siempre consideré que las mujeres eran más sensatas que los hombres, que irremediablemente mantenían un pie en el suelo. Pero la igualdad legal del hombre y la mujer está trayendo una mimetización indeseada de ésta con respecto a aquél. Lo cual se lleva advirtiendo desde hace décadas por algunos sectores feministas. Aun así, una amplia minoría de mujeres también quiere dar patadas a un balón y montar el mismo circo con la misma repercusión.

    Detrás de un futbolero hay un gañán. No digo que todos los aficionados al fútbol sean ganapanes, pero sí de manera empírica que, durante el tiempo que dura el partido, se transmutan en uno

    El suceso del que se está hablando estos días, que nos hace olvidar qué pasa con la investidura, es absolutamente vergonzoso. Pero a mí no me extraña nada. Porque, por mucho que se pongan trajes de marca, detrás de un futbolero hay un gañán. No digo que todos los aficionados al fútbol sean ganapanes, pero sí de manera empírica que, durante el tiempo que dura el partido, se transmutan en uno.

    Es un desahogo como lo era el carnaval. Se trata de dignificar el palco invitando a reyes, presidentes, ministros... a veces parecen reuniones informales de Estado. Pero no engañan a nadie. No es que los dirigentes tengan su momento de codearse con el pueblo, sino que demuestran lo que en realidad son cuando están desnudos.

    Que traten a las jugadoras como «chavalitas» se corresponde con la manera en la que han tratado siempre a los jugadores. No son más que una inversión con la misma naturaleza que tiene un caballo de carreras. Salvo algunas excepciones, futbolistas que tienen cabeza y les interesa algo más que el dinero, la fama y las mujeres que pululan a su alrededor.

    Los ciudadanos acuden a los estadios sintiéndose libres, pero igualmente embaucados por una actividad que es un sinfín, una actividad que de deporte tiene menos que escardar cebollinos

    Les proporcionan una serie de bienes materiales para que estén entretenidos. Mientras sean rentables, que pasen su corta vida profesional como jóvenes triunfadores. Está feo decirlo, pero actúan con ellos como mamporreros, procurando que no se desfoguen demasiado para no perder fuelle en el campo. Atención: a las campeonas las mandaron a Ibiza, ¿el sueño de cualquier joven?, ¿de cualquier «chavalita»?

    En época de represión política, los contestatarios denunciaban que el fútbol se empleaba para tener a la masa callada. Ahora los ciudadanos acuden a los estadios sintiéndose libres, pero igualmente embaucados por una actividad que es un sinfín, una actividad que de deporte tiene menos que escardar cebollinos.

    El fútbol femenino es más de lo mismo. La manera de salir de este problema es replanteándolo desde la base. ¿Pero quién se lo va a replantear? ¿A quién le interesa que haya alternativas si así ya estamos a gustito? Del rey abajo, ninguno. Y del rey arriba, tampoco.

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