Argentina y el fútbol

No sé qué pasará en la final de hoy, pero una cosa es segura: Argentina goleará en las gradas. Y es que los compatriotas de Messi han colonizado Catar con un delirio tal que solo se entiende por su concepción del fútbol como mucho más que una religión. Hasta la ministra de Trabajo propuso aplazar durante el Mundial la lucha contra la inflación –«lo importante ahora es ganar el Mundial»–, en un país donde en octubre comprar algo era, de media, el 88% más caro que en el mismo mes de 2021.

Sí, cuesta entender que haya tanto argentino en Doha. Trataba de explicarlo estos días un analista económico local: «El fanatismo argentino es muy, pero muy grande. Yo no veo a un europeo hacerle perder un día de clase a sus hijos para ir a ver un Mundial... Sin embargo, en Argentina han viajado la abuela, el abuelo, la madre, el padre, los nietos y en algunos casos hasta se han llevado el perro».

Y eso que el billete de ida y vuelta, con escalas, está entre los 1.339.000 pesos (7.782 dólares) y 1.670.000 pesos (9.707 dólares) –el salario mínimo está en 57.900 pesos (181 dólares)–, a lo que hay que añadir el hospedaje y los demás gastos. Me cuenta un amigo argentino que sabe de gente de su país que incluso ha vendido la casa para poder ir a Catar. Espero que Argentina gane, porque no quiero ni pensar la depresión que se puede instalar en esos aficionados al volver a sus casas –el que la conserve– y a la cruda realidad económica de ese país sin contar con el consuelo del título.