Hacer ‘simpas’ como modo de vida

Hace falta tener mucho morro y muy poca empatía para hacer un ‘simpa’, que no es otra cosa que consumir algo e irte sin pagar. Y, sin embargo, hay gente que ha hecho de esta práctica casi un modo de vida. Como aquella banda de más de 100 personas que actuaba en León y que, tras celebrar un bautizo o una boda a todo trapo, bailaban una conga que acababa en estampida hacia sus vehículos, dejando al dueño del restaurante con la boca abierta e, imagino, jurando hasta en hebreo. El último caso del que he tenido conocimiento es el de un hombre de 50 años con apariencia de turista adinerado del este y especialista en sentarse a la mesa de buenos restaurantes para disfrutar de suculentas comidas antes de fingir un infarto para evitar pagar. Conocido en Alicante como el ‘gastrojeta’, actúa tanto en comidas como en cenas e, incluso, al tapear, y en su historial cuenta con comandas de arroz y bogavante o entrecots, con el denominador común de acompañarlos con varios whiskys (siempre ‘White Label’). Su última fechoría fue este mismo martes, cuando tras degustar una paella de marisco y dos whiskys el camarero le llevó la cuenta: 34,85 euros. Entonces se arrojó al suelo y fingió ostensiblemente estar indispuesto. Su teatro no coló y acabó en comisaría. Pero eso no le frena –suma 20 arrestos en menos de un año–; el policía que le ha detenido cuatro veces dice que el ‘gastrojeta’ suele sonreír cuando llegan los agentes, y que nunca se sonroja ni pierde la tranquilidad. Siempre con varias copas encima –le salen gratis–, le da igual pasar una o dos noches en la celda –un juez decretó para él ayer prisión provisional–. Quizá sería mejor que, como se hacía antes, le enviaran a fregar platos a los restaurantes a los que engaña para que pague así lo consumido.