La langosta Cheddar

La pequeña Cheddar tuvo suerte. Estaba a punto de morir en agua hirviendo cuando los empleados de un restaurante de Florida especializado en platos de langosta se percataron de su singularidad y la rescataron de la muerte. Sí, Cheddar es un raro ejemplar de langosta de color naranja –de ahí su nombre, puesto por sus rescatadores en honor al queso que tiene su mismo color– que se da una vez entre 30 millones.

De esta forma, este peculiar crustáceo ha cambiado la olla por un acuario, que será su nuevo hogar. Seguro que se han alegrado de esta noticia algunos miembros del Gobierno del Reino Unido –aunque con la que tienen montada con su primer ministro no sé yo si están para muchas celebraciones; al fin y al cabo fueron estas, las fiestas, las que acabaron con Boris Johnson–, que estaban planteando prohibir la cocción de langostas vivas ante el sufrimiento que esta forma de cocinarlas supone para los pobres animalitos, una vez se ha demostrado que también sienten y padecen.

Allí la Sociedad para la Prevención de la Crueldad Animal sugiere métodos menos crueles, como aturdir al animal con una pistola eléctrica o enfriándolo en hielo o aire a menos de 4 grados centígrados, entre otros. No sé yo si una descarga eléctrica es menos dolorosa, pero un amigo cocinero ya me adelanta que el sabor no será el mismo –espero entonces que el precio tampoco–. Bueno, a algo tendremos que renunciar para que los hermanos y primos de Cheddar no sufran tanto, ¿no?