Matar a las hijas para hacer daño a la mujer

Hoy celebramos el Día del Padre, una figura asociada con el cariño y la protección a los hijos, aunque lamentablemente esto no siempre es así: entre esos padres también se esconden algunos monstruos terribles. Este año la efeméride llega manchada por el caso de ese hombre con un juicio pendiente por malos tratos a su expareja que ayer asesinó en Almería presuntamente por envenenamiento a las hijas de ambos, de 2 y 4 años, aprovechando un régimen de visitas, y luego se suicidó. Aunque la escena se ha repetido en varias ocasiones en los últimos años, como padre y como persona no logro entender cuánto odio puede acumular un hombre para acabar con lo más sagrado, la vida de sus propios hijos. Dicen los expertos que la violencia vicaria consiste precisamente en matar a los hijos para generar el máximo daño posible a la madre y causarle «la muerte en vida». Y a fe que lo consiguen. Logran que la mujer que sufre violencia de género quede cautiva de su maltratador. Porque, después de soportar durante años o décadas todo un proceso de agresiones psicológicas y físicas que anula su voluntad, la mujer víctima toma conciencia de que no sólo peligra su integridad; también la de sus hijos, lo que la convierte en una rehén incapaz de denunciar o abandonar a su agresor. Tampoco entiendo cómo, cuando por fin se atreven a denunciar, la justicia –la misma que, en el caso de este padre de Almería, había dictado una orden de alejamiento de su expareja y ordenado la colocación de una pulsera de seguridad para evitar el contacto con la mujer, se supone que por su agresividad–, permite al presunto maltratador disfrutar de un régimen de visitas con las niñas. ¿Que es su padre y tiene derecho, dicen algunos? Este ‘señor’ no es un padre; es un monstruo.