Niña comprometida

Las guerras, siempre crueles y estúpidas, hacen aflorar lo peor del ser humano. Pero a veces también permiten que surjan historias que hablan de compromiso y generosidad.

Como la de la pequeña Valeria, una niña ucraniana de 10 años que reside en Kiev y que quería hacer algo para ayudar a repeler la agresión rusa. Ni corta ni perezosa, esta niña se sentó junto a la entrada de un supermercado cercano a su casa y, equipada con su estuche de damas y un cartel que reza «Ayudar jugando», desafió a los transeúntes a jugar contra ella. Si ganaba, advertía, el derrotado estaría obligado a donar dinero en beneficio del Ejército ucraniano. Y allí, con una pequeña mesa de camping y sentada en una silla plegable o en el suelo, jugó unas cuantas partidas, la gran mayoría contra adultos que triplicaban y cuadruplicaban su edad. Nadie la ganó. En partidas de unos cinco minutos –diez, a lo sumo– iba despachando contrincantes y recaudando dinero. No es extraño; Valeriia es campeona mundial de damas. En un día recogió 21.000 hryvnias (unos 700 euros), que entregó a un político, cómico y presentador de televisión que dirige una de las fundaciones benéficas que ayudan a equipar a los soldados ucranianos. «Lo conocemos, estamos seguros de que él no se quedará con el dinero», dice la madre de Valeriia, una niña que secunda aquella frase del presidente estadounidense John F. Kennedy: «No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país».