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La boca y la chancla

15 septiembre 2023 21:02 | Actualizado a 16 septiembre 2023 14:00
Juan Gómez-Jurado
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¿A ustedes les sabe igual beber del grifo de la cocina que beber del grifo del baño? Porque a mí no, ya ven. Prefiero, en mis desvelos exprés de la noche, hacer dos visitas mientras chasco las chanclas por toda la casa: una al baño a hacer el pis de las cinco de la mañana, ese pis de «déjame dormir», y otra a la cocina a beber un vaso de agua que convierta en absurdo el desalojo de vejiga que acabo de conseguir. Bien podría, por supuesto, aprovechar que estoy en el baño para beber a manos cuencas del grifo del lavabo, pero no, doy ese paseo a oscuras cual santa compaña por degustar el fresco, el sin duda más hidratante chorro de mi grifo de la cocina. En mi cabeza no es lógico, si la usa sé que es el mismo agua el que llega a ambos grifos y que sólo la separan unos metros de tubo divergente entre mi baño y mi cocina. En mi cabeza, si pudiera usarla a esas horas de la madrugada, sé perfectamente que estoy haciendo el imbécil y que podría ahorrarme ese ir y venir al que sólo le falta que alguien me cante una saeta por el pasillo.

A mí no me sabe igual beber del grifo de la cocina que beber del grifo del baño. Nos pierde la boca

Pero la verdad de mi boca es muy otra, en la verdad de mi boca no existe comparación entre el manantial lujurioso que brota de mi cocina y el meramente funcional que mana del baño. Por la mañana trato de razonarle a mi boca que esos paseos son inútiles, vacuos, inmaduros si quieres, pero lo cierto es que también durante el día, cuando tengo sed, mi boca engaña a mi cerebro haciéndole buscar excusas para ir a la cocina y evitar el grifo ese que, si bien es útil para lavar mis dientes, no lo es para saciar mi sed, de modo que acabo bebiendo del bueno, de aquel de la cocina en el que, sólo por una emergencia, me lavaría los dientes. Contrastada de manera valiente esta neura con mis amigos me dicen que no sólo muchos la comparten, sino que son capaces de sumarle otras igual de inexplicables. No les sabe igual la coca-cola de botella y de lata, no les gusta la cerveza si no es en vaso de caña, empiezan el huevo frito por la clara o por la yema según cada uno, el filete de ternera les sabe más rico achicharrado en plancha de bar que hecho en las sofisticadas sartenes de su casa. Así somos, creo yo, pretenciosos primates que luego tardamos muy poco en aseverar que tenemos muy claros temas como la guerra de Ucrania, el verdadero feminismo, los incendios en los bosques, la validez de las medidas climáticas, el papel de la Unión Europea, la utilidad o no de los patinetes o si a nuestro amigo Pedro Pablo le conviene o no le conviene esa chica. Así de claro lo vemos y así de claro sentenciamos sin reconocer que, en ambos casos, nos pierde la boca.

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