Salvador Dalí quiso visitar Tarragona con cuatro elefantes de un circo francés, pero los animales fueron retenidos en la frontera del país vecino. En su lugar, desfiló por las calles de la ciudad en una carroza con un elefante de cartón piedra de la Cabalgata de Reyes tarraconense. Fue un delirante 17 de agosto de 1973. Grabaciones caseras y del NO-DO, recogidas en un documental, dan fe de aquella performance.
El excéntrico artista fue invitado por el Ayuntamiento para conmemorar el bimilenario de la estancia del emperador romano Octavio Augusto en Tarraco. Llegó en barco procedente de Elche y culminó su paseo en la plaza de la Font, ante la atónita mirada de los ciudadanos. De allí fue al Camp de Mart, donde pronunció un discurso surrealista y pintó en directo un cuadro que sirvió de cartel para rememorar aquella efeméride. Cincuenta años después, esta obra se conserva intacta, aunque algo escondida, en una pared del consistorio.
Dalí está de actualidad porque, después de treinta años de trámites y obras, el mes que viene se abrirá al público su casa natal de Figueres como museo, una oportunidad para acercarse a su infancia.