Hay para todos

El exilio ucraniano es un exilio respetado, es un exilio bien-venido. En contraposición, el exilio palestino, sirio o africa-no siguen considerándose exilios que de algún modo ‘no proceden’. ¿No les resulta esto inquietante?

23 marzo 2022 06:30 | Actualizado a 23 marzo 2022 11:51
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Hay para todos, tranquilos. Hay que hacer lo posible para no abrumarse, porque tanta solidaridad es fastidiosa. Y es que, de repente, la solidaridad no escasea y contra todo pronóstico esta vez sí, la guerra y la miseria humana han conseguido que actuásemos con cierta humanidad. 

En Ucrania han salido tres millones de personas en tan solo tres semanas. Hay camiones llenos de ropa, enseres de toda clase, medicamentos… que se dirigen hacia puntos de abastecimiento en Polonia y Rumania. Hay centenares de autobuses  que salen a diario de diferentes países como España o de Francia, para garantizar una huida libre y digna de quienes escapan de la incertidumbre del conflicto. En esta ocasión, parece que la gente no repara en moral y la usa para activarse, para cooperar, para estar a la altura de las circunstancias. Es conmovedor ver a tantas y tantas personas al servicio de quienes intentan sobrevivir a la guerra, a la muerte de la política.  

Lo que miles de muertes en el mar no han podido merecer, la dignidad, sí lo ha conseguido Ucrania en unos pocos días

El llanto de Ucrania ha movilizado a una parte de la ciudadanía europea con un frenesí cuya fenomenología merece, también, una crítica bienintencionada. Ucraina parece haber abierto una «caja moral» donde la solidaridad es algo no cuestionable. Lo que miles de muertes en el mar no han podido merecer: la dignidad, sí lo ha conseguido Ucrania en unos pocos días. El exilio ucraniano es un exilio respetado, es un exilio bienvenido. En contraposición, el exilio palestino, sirio o africano, -por nombrar solo unos pocos- siguen considerándose exilios que de algún modo ‘no proceden’. ¿No les resulta esto inquietante? Si sabemos que las personas huyen de una existencia miserable en sus países (sea cual sea su miseria) ¿por qué motivos o bajo qué doctrina seguimos excluyéndolos de nuestra solidaridad, hoy? ¿Acaso tener una existencia miserable no basta, no es suficiente, para recibir ayuda? ¿No es esta una razón suficiente?

Esta discriminación me lleva a pensar que no puede haber una solidaridad democrática sin una ampliación de nuestro propio horizonte, esto es, sin la disposición de abrirse a nuevas ideas, a nuevos contrastes. Si no tenemos esto presente nuestra solidaridad siempre se verá cubierta de racismo.

Con ello, si el conflicto en Ucrania llegase a su fin y dejaran de llegar familias exiliadas a nuestro país, ¡por favor, no se incomoden, que hay para todos! Probablemente hay centenares o miles de personas migradas en sus ciudades que necesitan de su ayuda urgentísima. Tal vez sean bereberes, malienses, hondureños, afganos, palestinos… cuyo acceso a una acogida digna está siendo suspendida o denegada no solo por la administración pública sino también por nuestra indiferencia. ¿Seremos capaces de ensanchar nuestro deseo de ayudar? ¿Lograremos amplificar la solidaridad hacia quienes escapan de un país más allá de nuestra vecindad, más allá de nuestra tez o de nuestra cultura, o cerraremos el grifo cuando el conflicto en Ucrania finalice?

Hay que evitar apurarse por conseguir la solidaridad que todos desean… porque a menudo el fanatismo suele infiltrase allí donde apostamos nuestro deseo. Y eso, -aunque algunos no se den cuenta- es repugnante.

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