Honradez premiada

Decía un profesor que tuve en EGB –uf, qué mayor soy– que la vida es muy sabia, y que dará más o menos vueltas, pero al final pone a cada uno en su lugar, castigando a los mezquinos y recompensando a los generosos. Me he acordado de él al leer la historia de Emmanuel Tuloe, un joven de 19 años de Liberia al que su honradez le ha cambiado la vida. El año pasado, mientras conducía el mototaxi con el que se gana el sustento, encontró 50.000 dólares envueltos en un talego plástico al lado de la carretera. Pudo quedarse con esa nada desprec iable cantidad, pero lo guardó y, cuando el dueño legítimo apeló a través de la radio para que le ayudaran a encontrar su dinero, Emmanuel se presentó y lo devolvió, lo que le granjeó no pocas burlas de gentes que le decían que su honradez le mataría de hambre. Pero ese gesto, en cambio, le supuso generosas recompensas: el presidente del país, el exfutbolista George Weah, le entregó 10.000 dólares y el dueño del dinero le donó 1.500 más en bienes. Pero el mayor regalo para él, que abandonó la escuela a los nueve años para ganar un poco de dinero y ayudar a su familia después de que su padre muriera ahogado en un accidente, vino de una universidad en Estados Unidos, que le ofreció una beca completa una vez concluya su educación secundaria, que ahora cursa en un internado de elite. Quiere estudiar Contabilidad «para prepararse para poder ayudar a guiar el buen uso del dinero del país». Sí, seguro que le da un buen uso.