Hace poco un senyor de Tarragona, un tipo genial muy querido en la ciudad me comentó que «te leo todos los días, pero hay veces que me pareces excesivamente intelectual». Sé que no me lo decía con ansia de crítica, sino reconociendo una limitación. La suya. Pero...sin embargo...Me pregunto si a una hombre se le hacen este tipo de valoraciones. «Hola fulano (Manuel Jabois, Andrés Trapiello, Martín Caparrós, elijan ustedes el nombre) hoy tu columna me ha parecido excesivamente intelectual». Quizás. Quizás el genero no se lleva por estos lares, ese tipo de columna que pretende que todos, pero básicamente quien la escribe, aprenda cada día alguna cosa por sencilla y humilde que sea. No creo que en otros lugares se pueda ser «excesivamente intelectual». Se es intelectual, pero nunca es excesivo. Intelectual, según el diccionario, es un adjetivo que se refiere a «una persona que se dedica al pensamiento crítico, la investigación y la reflexión sobre la naturaleza de la realidad, especialmente la naturaleza de la sociedad y las soluciones propuestas para sus problemas normativos». Esta columna no pretende tanto. Solo dar un cierto toque fuera del tiempo de la realidad, apartarse conscientemente del día a día, abrir una ventana a otras reflexiones, compartir pasiones (Francia, sí, pero no solo) y dejarles con alguna cosa para pensar, para criticar. Incluso, excesivamente.