Mis primos y amigos de Valencia han reaccionado con inesperada cordialidad a la cesión del agua de su desalinizadora del puerto de Sagunto para dar de beber a la Catalunya sedienta.
«Si fuera agua del río Turia o del Júcar, apuntan, la sangre llegaría al río; y si no, mira cómo protegen la suya los del Baix Ebre; pero la del mar es de quien la pague, y si cuesta tres veces más que la de los embalses, pues eso es lo que deberíais tener en el recibo».
Se lo agradezco, porque aún recuerdo su tonadilla del «català fotut/fill de Barcelona/que per un quinzet/et fan ballar la mona», que me cantaban cuando coincidíamos en su chalet de la Urbanización Santo Espíritu. Y cómo ignoraban mis «valencià i home de bé no potser i valencià si no te l’ha fet te la farà». El primico maño nos soltaba la jotica el muy cazurro aquella de «El Ebro nace en Fontibre/Se hace hombre en Aragón/Y al llegar a Cataluña se nos vuelve...». Y ya saben todo lo que puede rimar en «ón».
También me enseñaba riendo un póster con una enorme caricatura de un catalán –se trataba de poner barretina a un tío muy feo– que sorbía con una gran pajita toda el agua del Ebro y a sus habitantes hacia Catalunya dejando todo Aragón como Los Monegros.
No he hablado con el mañico, pero los valencianos han coincidido en dos extremos; que nuestros grifos no pueden depender del cielo, como dependían los botijos de los bisabuelos; y que si nos hubiéramos preocupado los catalanes de las cosas de beber en vez de bebernos el entendimiento con otras, estos años desde la sequía del 2008 hubiéramos construido desalinizadoras suficientes para no depender de la suya.
Y en ese punto discutimos sobre una de las reglas geopolíticas ibéricas: cuando sube Valencia, baja Barcelona; y cuando baja Barcelona, sube Valencia. Del mismo modo que cuando sube Alemania, baja Rusia, y al revés. Y que España suele coincidir en auges y caídas con las alemanas y mucho menos con las francesas.
Sabiéndome tarragoní fidel me preguntan por lo nuestro con Reus y les replico que a los de Reus les preocupa más Tarragona que a los de la Imperial Tarraco los de Reus, porque si quieres saber quién está más pujante en cada caso debes preguntar quién está más pendiente de quién.
Y sí, el más pequeño suele estar más pendiente del que le supera que al revés. Pero a lo largo de los siglos hemos ido viendo cómo Valencia superaba a Catalunya en influencia, prosperidad y población en el siglo XVIII y en el XIX, en cambio, eran los catalanes los que se convertían en locomotora económica ibérica.
Lo que deberíamos estar celebrando ahora es que este barco valenciano cargado de agua para los catalanes debería servir de generoso anticipo de todo el tráfico del eje mediterráneo enriqueciéndonos a todos. Y en ese punto otro periodista valenciano me recuerda su conversación con Aznar el día que visitó Valencia y un gran empresario le insistió en la necesidad del eje mediterráneo.
Aznar levantó la palma de la mano diciendo: «Esto es España y tiene que estar equilibrada; así, dijo extendiéndola de forma que quedara inmóvil y recta ante él, y si les pongo aquí en el levante un eje, se nos desequilibrirá así», concluyó inclinando su mano hacia esa conexión entre Barcelona y Catalunya que tanto temía.
El empresario replicó al numerito de la mano: «La mano estará muy equilibrada, pero en la pobreza: si nos conecta toda España ganaría».
Lluís Amiguet es autor y cocreador de ‘La Contra’ de ‘La Vanguardia’ desde que se creó en enero de 1998. Comenzó a ejercer como periodista en el ‘Diari’ y en Ser Tarragona. Su último libro es ‘Homo rebellis: Claves de la ciencia para la aventura de la vida’.