Whatsapp Diari de Tarragona
Para seguir toda la actualidad desde Tarragona, únete al Diari
Diari
Comercial
Nota Legal
  • Síguenos en:

Feminismo también para madres

Harrington saluda el control de natalidad y la contracepción como un progreso que empodera a la mujer, pero deplora la píldora porque rompe un ciclo natural y porque supone tecnificar el cuerpo humano

17 mayo 2024 22:25 | Actualizado a 18 mayo 2024 07:00
Lluís Amiguet
Participa:
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
Comparte en:

Paso la tarde, ustedes me perdonarán, sin hablar de Puigdemont ni contar escaños, sino con una aguerrida feminista británica que viene a dar una charla al Ateneu barcelonés que puede convertirse en trifulca. Y es que Mary Harrington ha revolucionado el feminismo europeo con su Feminism against progress.

Se trata de un libro valiente en el que proclama su «hasta aquí hemos llegado» ante el feminismo radical queer y «cómo transforma el cuerpo humano en un lego en el que se pueden meter y sacara piezas, pechos y penes, a voluntad».

Y es que Mary fue una radical constructivista seguidora de Judith Butler que hoy recuerda que gustaba de vestir como un chico, un tomboy, aquí diríamos marimacho, y que llego a vivir en una comuna lesbiana okupa.

Estaba, me cuenta, fascinada por la tesis neofeminista de que el género es una construcción social, una mera representación, por tanto, y que cada uno puede ser o tener el género, y por tanto, el sexo si añadimos hormonas y cirugía, que quiera en cada momento de su vida.

Se había pasado de ‘ser’ hombre o mujer a ‘fluir’ de un género a otro hasta llegar a los veintitantos que ahora mismo reconocen a sus alumnos en la inscripción muchas universidades norteamericanas. Y a Mary ese poder de construir su propia identidad sexual le fascinaba y le parecía haber vencido sobre el mundo de machorros en el que le tocaba a los quince años recoger los platos de su padre y hermanos y fregarlos mientras su madre le pedía más ayuda con la lavadora.

Estaba fascinada por la tesis neofeminista de que el género es una construcción social, una representación

Un día la abuela de Mary, viéndola infeliz, le preguntó «¿Por qué no te dejas el pelo largo y te casas?» y ese consejo dulce y firme cuajó en medio de nuevas lecturas y experiencias que le llevaron a conocer un chico con el que llegó al matrimonio y, aun más relevante, ser madre de una niña. Y, doctorada en filosofía en Oxford, Mary empezó a revisar con otros ojos, y otras hormonas tal vez, los textos más radicales del feminismo queer y a escribir su propia versión de un feminismo menos en guerra con la naturaleza y con la historia.

«No renuncio y aprecio muchos de los logros del feminismo clásico -me aclara-, pero también me doy cuenta de que el más radical siempre ha despreciado a las madres. Y no somos vacas atontadas que quieren recluirse en sus hogares esperando al padre».

Harrington, por ejemplo, saluda el control de natalidad y la contracepción como un progreso que empodera a la mujer; pero deplora la píldora, porque rompe un ciclo natural y porque supone tecnificar el cuerpo humano en beneficio de la industria farmacéutica cuando hay otros métodos hoy mucho menos invasivos.

Cree que la revolución sexual de los años 60 no fue un avance para las mujeres, sino la industrialización de sus cuerpos

También cree que en realidad la revolución sexual que empezó en los años 60 no fue un avance para las mujeres, sino también la industrialización de sus cuerpos, poniéndolos al servicio de una sociedad consumista que quería también convertir el sexo femenino en un producto más, liberado ya de la maternidad, que sirviera sobre todo al placer masculino.

Al final, Mary reflexiona, muy popperianamente, que si existe el matrimonio y la maternidad, defendidas por la ley, será por buenos motivos y que, aunque hay que depurar de machismos nuestras relaciones laborales y sentimentales, son instituciones que proporcionan más bienestar y seguridad a los humanos que las propuestas por el feminismo extremo.

Y más cuando el matrimonio, antaño concebido como un mero intercambio de recursos que ponía él por afecto y sexo de ella, puede ser hoy exactamente al contrario: la institución donde ella ponga el dinero y él, el amor. Y no puedo estar más de acuerdo.

Comentarios
Multimedia Diari