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La otra cara de Nueva York: la suciedad

Dicen que es una ciudad que nunca duerme. Su constante actividad genera un grave problema de salubridad en sus calles que ningún alcalde ha podido remediar

24 septiembre 2023 17:48 | Actualizado a 25 septiembre 2023 14:00
Gustau Alegret
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Esta semana pasada volví a Nueva York. Bueno, a la ciudad de Nueva York, y más concretamente a Manhattan, uno de sus cinco distritos (con frecuencia los visitantes hablamos de visitar Nueva York cuando, en realidad, no solemos salir de Manhattan, y específicamente del centro de Manhattan –lo que se conoce como Midtown Manhattan–). Estuve por trabajo. La tercera semana de septiembre es la semana de la Asamblea General de Naciones Unidas, y cientos de delegaciones de todo el mundo se citan en torno a la ONU acompañando a jefes de estado y de gobierno, o participando en eventos paralelos de alto nivel. Se pueden imaginar que si ya de por si esa parte de la ciudad es caótica, esos días son insufribles: calles cortadas, comitivas de presidentes que se desplazan reteniendo el tráfico a su paso, restaurantes con lista de espera, hoteles llenos, aceras colapsadas y precios estratosféricos. Y todo eso complica la limpieza de una zona de la ciudad ya de por si muy sucia.

Hace unos años, el diario The Guardian en un artículo sobre la basura que genera Nueva York, la describió como «la ciudad más grande del país que más desperdicia del mundo». El artículo citaba fuentes del gobierno de la ciudad: «genera más de 14 millones de toneladas de basura cada año; supuestamente (aunque posiblemente de manera inexacta) más que cualquier otra ciudad del planeta». Los datos en la web del gobierno municipal no han cambiado, aunque es muy probable que hayan aumentado especialmente durante y después de la pandemia.

Sus toneladas diarias de desechos son difíciles de procesar adecuadamente por la red de camiones de recogida y empresas de procesamiento. The Guardian recuerda en su artículo que «Nueva York es también la ciudad más densa de Estados Unidos: sus calles estrechas y llenas de atascos hacen que recoger toda esa basura sea un nudo logístico gordiano», y el modelo de consumo y ritmo frenético de sus visitantes no ayuda.

La mayor parte de los desechos los generan sus residentes y los comercios o negocios como restaurantes, hoteles y otros. Al final del día, los negocios suelen sacan a las puertas de sus establecimientos las bolsas con esa basura que se acumulan sobre el suelo de las aceras, y que se convierten en plato distinguido para ratas o cucarachas hasta que no son recogidas por los camiones. Pero la peor basura en mi opinión es la que no acaba en esas bolsas o papeleras. La que generan quienes están de paso por turismo o por trabajo. Millones que comen algo rápido, se toman un café o disfrutan de un refresco sin detenerse, y cuyos desechos –por falta de papeleras o falta de educación–, acaba esparcida en las aceras forzando a los viandantes, turistas o locales, a una suerte de carrera de obstáculos para no llevarte en la suela el resto de una patata frita, el culo del café que no quisieron terminarse o el sobrante de kétchup de la hamburguesa servida en plato de papel o plástico para comer a vuela pluma.

La revista Time Out describió Nueva York hace unos meses como «la segunda ciudad más sucia del mundo»; y no hay duda de que esta megalópolis global tiene un problema sanitario grave. Su alcalde, Eric Adams, prometió al principio de su mandato limpiar literalmente las calles con un nuevo programa de contenedores, y contribuir así a reducir la población de ratas que no para de crecer. La promesa es de hace unos meses pero, a tenor de lo visto, no está dando muy buen resultado. Este año, además, he visto más excrementos en las aceras que en visitas anteriores, y algunos (no entraré en detalles) no precisamente de mascotas.

Solo Roma, en Italia, es más sucia para los 27.000 habitantes de ciudades que respondieron a la encuesta de Time Out, residentes y viajeros de todo «desde Melbourne hasta Madrid, desde Chicago hasta Copenhague y Tel Aviv a Tokio».

No quiero desanimar a nadie de ir a Nueva York, o a Midtown Manhattan. Es una gran ciudad. Sí, el tópico aplica: es una ciudad que nunca duerme. Es viva. Tiene una fabulosa oferta cultural y de restauración. Pero eso es compatible con ser muy francos con la salubridad de la ciudad, y Nueva York –particularmente el centro de Manhattan, que es el destino principal de los millones de visitantes que reciben queda año esa ciudad– tiene un grave problema de limpieza.

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