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    ¿Le falta a usted vivienda? ¡Pastillazo!

    A quienes no les llega. para asegurarse un techo les subvencionamos y, en vez de vivienda, les proporcionamos todos los antidepresivos necesarios para que dejen de preocuparse por el problema

    10 abril 2024 20:36 | Actualizado a 11 abril 2024 07:00
    Lluís Amiguet
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    Paso una tarde fascinante con la bestia negra de la farma industria española, Joan-Ramon Laporte. Les sonará el apellido, porque es el hijo del más carismático de los consellers de Sanitat de Pujol, Josep Laporte, reusense de pro y uno de los últimos catalanes en seguir llevando pajarita.

    Laporte hijo se ha distinguido como doctor en farmacología y fue el fundador del Institut Català de Farmacologia, que ha formado a los grandes farmacólogos del país. Podríamos anticipar, pues, que el doctor Laporte encaja con los intereses de la farma catalana; pero nada más lejos de lo que me encuentro al leer su excelente Crónica d’una societat intoxicada.

    Para empezar, un botón, o una benzodiazepina, de muestra: la media de catalanes destinan más del 40% de sus ingresos a pagar su derecho y el de sus hijos a la vivienda. A quienes no les llega para asegurarse un techo les subvencionamos –ay, con nuestros impuestos– y en vez de vivienda, como otros países, les proporcionamos todos los antidepresivos necesarios para que dejen de preocuparse por el problema.

    Somos campeones de Europa en gasto farmacéutico. Y del mismo modo, casi todos los problemas socieconómicos de difícil gestión por la administración acaban...¡Con un pastillazo! No solucionamos así sus carencias, pero sí la cuenta de resultados de las grandes farmacéuticas.

    Damos así una respuesta farmacológica simple, inmediata e inútil, cuando no insalubre a nuestros grandes desafíos de gestión pública: el quintil más pobre de catalanes consume siete veces más antidepresivos que el quintil más rico; las mujeres, más del doble que los hombres; los mayores de 65 años, siete veces más que los menores de 65; los parados, cuatro veces más que los empleados; y quienes no tienen un techo seguro, en fin, seis veces más que los que sí lo tienen. ¿No sería más saludable destinar menos impuestos a medicarlos y más a construir hogares?

    Pero ya no solo son los problemas socioeconómicos: ¿está usted triste porque se le muere un familiar? ¡Pastillazo! En el 2008, el Manual Diagnóstico de Enfermedades Psiquiátricas aconsejaba recetar antidepresivos cuando persistía más de tres meses la tristeza por la muerte de un ser querido; en el del 2015, ya son solo quince... días.

    Lo mismo pasa con los niveles de colesterol, cada vez más bajos, que requieren de las populares, pese a sus efectos secundarios, estatinas. En cuanto a los revolucionarios –y carísimos– pinchazos de semaglutida para adelgazar: ¿es casual que antes se considerara obeso a quien tenía un IMC de más de 35 y ahora para serlo basta con rebasar los 30?

    Solo en el 2022 los médicos catalanes extendieron 150 millones de recetas; ¡Qué barbaridad! Han dicho muchos al leerlo. Si pensamos en que somos 8 millones de catalanes, resulta que cada catalán consume 20 medicamentos al año. ¿De verdad le parece imposible? Pues recuerde los que ha consumido solo usted desde enero. Y piense en los que consume una sociedad envejecida como la nuestra. Ahora visualice ese cajón que acumula polvo y medicamentos en algún rincón de su lavabo y que usted pomposamente llama «botiquín». La mayoría están caducados. «Más medicamentos –recuerdo la frase de Laporte– no siempre significan más salud; pero sí siempre más gasto sanitario».

    Tras toda una vida dedicada a la medicina y la farmacología, el doctor Laporte admite, con un punto de melancolía, que sólo es capaz de conocer a fondo treinta principios activos farmacéuticos y que en España se comercializan más de 3.000.

    Y al escucharlo me dan ganas de pedirle que me recete un antidepresivo.

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