Las leyes del ‘solo sí es sí’; la ley ‘trans’ o la del ‘Bienestar Animal’ llegan a nuestra cámara legislativa al filo, y me temo que como consecuencia de unas elecciones ya próximas, igual que los presupuestos y con ellos desde las pensiones, impuestos, infraestructuras, hasta, en fin, la limpieza de las calles...Nuestra existencia entera parece subordinarse más que a los ciclos astrales a los electorales de nuestros políticos.
Algún amigo ironiza diciendo que deberíamos tener más elecciones, porque solo en campaña le limpian las aceras; pero lo cierto es que nuestra democracia, la menos imperfecta de las posibilidades de gobernarse, adolece de ese exceso de gesticulación en nuestros dirigentes, agudizado hasta la taquicardia en esta era digital, cuando se acerca el día de ir a las urnas.
De todo el postureo electoralista tal vez el más costoso sea el legislativo, porque subordina a los intereses de partido los del ciudadano al que protegía una división de poderes que ha requerido de siglos de reformas razonadas, desde Montesquieu, para consolidarse.
Por eso, descubrimos con la reforma del ‘solo sí es sí’ que el populismo punitivo no era exclusivo de la extrema derecha, que siempre pide penas de muerte para los delincuentes, y que también otros partidos se equivocan al confundir el rigor penal con la prevención del delito. Tal vez confundían las veleidades del marketing político con la realidad de la aplicación de las leyes.
Los juzgados, los jueces, el poder judicial en este país será lento, deficiente en algunos aspectos, carente de medios... Lo que quieran; pero también es implacable. Y si se legisla mal, pues aplica la ley defectuosa, de forma que en vez de castigar con más dureza el delito sexual, acaba por rebajar las penas a algunos delincuentes.
También sorprende comprobar ahora que con la Ley Trans un chaval de 16 años podrá cambiarse de sexo en el juzgado sin permiso parental cuando es imprescindible por ejemplo para ir al médico.
Y uno se pregunta –seamos sinceros– ¿Cuántos dueños de mascotas harán ese curso de formación que les exige la ley de Bienestar Animal? Ojalá lo siguieran, pero, ¿de verdad alguien se cree que esa ley se va a cumplir? Entonces, ¿por qué legislan tanto? ¿Para obtener solo un titular más?
En la ley del ‘solo sí es sí’ la gesticulación legislativa ha propiciado por su impericia técnica el efecto contrario al que parecía perseguir el legislador: esto es que se castigara más al delincuente sexual. Ha obtenido en cambio el indeseable para todos: más de 500 condenados han visto rebajada su condena y el Tribunal Supremo ha tenido que intervenir para evitar que fueran más.
¿Era necesario legislar en caliente al albur de las encuestas? ¿No deberíamos debatir nuestras leyes pensando en las futuras generaciones más que en las próximas elecciones?
Ese mismo torbellino de titulares, declaraciones y continuas disputas de los partidos por la atención, un bien cada vez más escaso, de la audiencia, cada vez más fragmentada creyendo que es igual a su afección, cada vez más volátil, propicia efectos paradójicos.
La inflación, por ejemplo, también es más difícil de combatir cuando se inyectan recursos públicos en los bolsillos de forma acelerada y condicionada por el calendario electoral más que por las necesidades de los más castigados por las subidas de precios.
Pero todas esas consideraciones quedarán atrás, barruntan ya los legisladores de los partidos, y ahora sus alcaldes, concejales y cargos autonómicos a punto de someterse al veredicto de las urnas, cuando vuelvan a renovar sus cargos. Y si no renuevan, sus efectos, si son perniciosos, quedarán para quienes les sucedan.