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    Por qué la izquierda pierde elecciones

    La demografía es el destino de los pueblos y está transformando el de España a toda velocidad. En especial, la España que vota o deja de votar según le aumenten los subsidios o le rebajen los impuestos

    21 febrero 2024 18:38 | Actualizado a 22 febrero 2024 14:00
    Lluís Amiguet
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    Cada día veo menos niños y más perros por la calle. A esos perros que están sustituyendo a los hijos les apodan perrihijos, porque sustituyen en afectos y defectos a los vástagos de antaño.

    También los profesores en la URV tenemos cada vez menos alumnos en cada clase a los que podemos dedicar más tiempo. Y el paro ha descendido a la mitad en los últimos diez años. Y se ha disparado el salario mínimo y todas las pensiones, hasta el punto de que algunas madres viudas jubiladas cobran más que sus hijos asalariados. Mientras, las empresas cada vez se quejan más de que no encuentran el perfil de trabajador que buscan. Y cada día llegan a Europa más de los que serán futuros empleados en patera.

    ¿Qué tienen en común esos tres fenómenos? ¡Es la demografía, estúpido!, como espetó Clinton a un periodista cuando le preguntaba por qué George Bush padre caía en las encuestas pese a haber ganado la Guerra del Golfo. Y es que el paro aumentaba por la llegada de las generaciones más numerosas del baby boom al mercado de trabajo. También era la demografía.

    La demografía es el destino de los pueblos y está transformando el de España a toda velocidad. En especial, la España que vota o deja de votar según le aumenten los subsidios o le rebajen los impuestos.

    Porque hay una España –y una Catalunya– que paga impuestos y le gustaría pagar menos; y otra que espera cobrar más subsidios y que, por tanto, se alegra de que suban. Ustedes ya adivinan a qué partidos vota cada una. Pero la proporción entre esas dos Españas –y Galicia es una de sus almas– está cambiando. Y ahí está la noticia y la explicación de que el PSOE y las izquierdas estén perdiendo, una a una, sus autonomías.

    Cada vez más jóvenes que antaño votaban con la esperanza de que las administraciones les ayudaran hoy cuentan los meses que trabajan cada año solo para pagar a Hacienda. Y cada vez son más. «Hasta mayo cada año trabajo sólo para pagar los impuestos» es un sonsonete que se va repitiendo a medida que escasean los jóvenes más preparados para cubrir empleos por los que exigen más sueldo. Y votan en consecuencia.

    Y es que, velis nolis, las condiciones materiales de nuestra existencia acaban determinando las ideológicas. Acabamos sintiendo con el corazón lo que nos va contando el bolsillo. El resto: carismas de líderes preclaros, amores a la patria u odios al foráneo, se van reajustando de forma misteriosa para reforzar el cuento de lo que nos conviene.

    Lo mismo sucede cuando te enteras de que en la comunidad autónoma vecina no se paga el impuesto de sucesiones. Y ese es uno de los secretos de las victorias de la Ayuso en un Madrid donde la mayoría de los que van siempre a votar tienen piso o esperan heredarlo o dejarlo en herencia. Los que no tienen nada que heredar ni que dejar en herencia votan en porcentaje mucho menos; pero es que cada vez –es la demografía– son también menos y los inmigrantes por mucho que les subas el subsidio no pueden votar.

    La España subsidiada ya votaba menos que la asalariada, mucho más fiel a las citas en las urnas y que ahora tiene puesto el contador en los puntos del IRPF que le separan de la comunidad autónoma vecina. Y nos duele mucho más el dinero que nos quitan, aunque sea el fisco con todas las de la ley, que el que dejaríamos de pagar si un día perdemos el empleo.

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