Hace unos días asistí a una obra de teatro que me impactó en el Teatro Lara de Madrid. Se titulaba Transplantar y en ella, el actor mallorquín Pep Noguera, creador del grupo teatral Diabéticas Aceleradas, repasa su odisea para que se le trasplantase un nuevo riñón y un páncreas. Enfermo de diabetes desde hace 44 años, Noguera fue sometido con éxito hace cinco años a esta operación en el Hospital Clínic de Barcelona.
El creador cuenta en su monólogo una anécdota preciosa. Él bautizó a su nuevo riñón como Jordi ya que se lo implantaron el día de Sant Jordi en Barcelona y su páncreas se llama Isidra en homenaje a Madrid, la ciudad en la que ha vivido allí 15 años y en la que formó parte de la Movida madrileña. Pero lo más curioso es que uno de sus espectadores de esta obra en Mallorca siguió su mismo ejemplo.
Un vecino de Campanet vio la pieza teatral cuando estaba en la lista de espera por segunda vez para un riñón. Cuando recibió finalmente su nuevo órgano no dudó un segundo y le puso de nombre Pep en homenaje a este actor y director. Cuando le llamó por teléfono para explicárselo, Noguera se emocionó.
Uno de los objetivos de la obra de este creador mallorquín es animar al público a que se haga donante y de hecho en una de las escenas del monólogo homenajea a quienes le otorgaron su nuevo riñón y páncreas. La historia de Pep tiene un final feliz, pero no todos tienen esa suerte. Cerca de 20 personas mueren por día en el mundo esperando un trasplante.
¿Pero cuál es el futuro de este tipo de intervenciones? ¿Habrá suficientes órganos para todos los pacientes que lo necesiten en las próximas décadas? Vamos a analizar cuáles son las opciones con las que está trabajando la ciencia.
Primero destacan los xenotransplantes, o lo que es lo mismo, órganos de animales. Se empezó a experimentar en 1906 pero no fue hasta 2022 que un paciente (David Bennett, de 57 años y con una enfermedad cardíaca terminal) se convirtió en la primera persona de mundo en recibir el corazón de un cerdo. La intervención se hizo el 6 enero de 2022 pero David murió el 8 de marzo. Aunque el final es trágico, esta operación abre la puerta a más experimentación.
Lo que ya se tiene claro es que el animal que mejor puede ayudarnos en los trasplantes no es el mono si no el cerdo porque sus órganos son fisiológicamente similares a los de los humanos. De hecho ya hay un equipo en la Universidad de Buenos Aires, que está a punto de lograr los primeros cerdos genéticamente modificados para que sean aptos para donar cualquier tipo de órgano o tejido.
Las autoridades ya estudian marcos regulatorios ya que están en el límite de la ética en la mayoría de casos. Y otra alternativa esperanzadora es la impresión 3D de órganos. Esta tecnología experimental ya existe y de hecho se ha creado una ‘biotinta’ que permite imprimir cartílagos o piel. Esa tinta está hecha de células de pacientes que se reprograman genéticamente para que se transformen en células madre y luego puedan convertirse en el tejido que el paciente necesite. Como decimos aún se está experimentando y ya se han hecho los primeros ensayos exitosos en modelos animales con trasplante de piel impresa.
En 2018, un equipo de la Universidad de Newcastle logró imprimir la primera córnea humana y en 2019 otro grupo de la Universidad de Tel Aviv imprimió un corazón a partir de las células de un paciente. Y cada vez se está avanzando más en esa dirección.
Los expertos creen que el trasplante de órganos impresos ya sea una realidad diaria y perfeccionada en 2043, dentro de veinte años. Veremos si en unos años se cumple la predicción y los principales hospitales de nuestro país cuentan también con salas de impresoras dedicadas a crear estos órganos.
Sería la mejor de las noticias y que realmente podría salvar millones de vidas en el futuro. Eso sí, de momento nos quedamos con el llamamiento de Pep Noguera: «Regalad vida para que otros puedan seguir viviendo».