Mirar hacia otro lado

Estamos deseando pasar página de una guerra absurda y cruel, que podemos seguir minuto a minuto por las televisiones y, por primera vez, a través de las redes sociales
 

01 abril 2022 07:10 | Actualizado a 01 abril 2022 07:59
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La mera posibilidad de un acuerdo de alto el fuego, que permita avanzar en las negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania, ha permitido unas horas de optimismo. Los seres humanos no somos capaces de soportar un grado excesivo de realidad, escribía T.S. Eliot. Estamos deseando pasar página de una guerra absurda y cruel, que podemos seguir minuto a minuto por las televisiones y, por primera vez, a través de las redes sociales. Nos negamos a aceptar una nueva crisis europea, que complica mucho la recuperación económica tras la pandemia.

Nos negamos a aceptar una nueva crisis europea, que complica mucho la recuperación económica tras la pandemia

Pero el conflicto sigue. Rusia vende gas y petróleo a diario a los europeos y financia así su maltrecha economía. No hay consenso en la UE para dar el paso de adoptar sanciones energéticas contra Moscú. El ejército invasor anuncia que concentrará su esfuerzo bélico en el Este del país y dará un respiro a Kiev. Los gobiernos occidentales no se fían de la desinformación rusa y se preparan para que se alargue la contienda. Washington insiste en impulsar sanciones económicas y financieras y en incrementar la ayuda militar a Ucrania. Como ha explicado el presidente Biden, gracias al daño que causa la acción combinada occidental, en solo un mes el país agresor ha pasado de ser la undécima economía del mundo a salir del grupo de las veinte primeras. Asimismo, es probable que en estas cuatro semanas Rusia haya sufrido tantas bajas, alrededor de 15.000 soldados muertos, como todas las que tuvo durante los diez años de guerra en Afganistán. Un Putin aislado y contrariado resiste, mientras utiliza a enviados como el magnate Roman Abramovich para abrir canales diplomáticos extraoficiales. El mandato es sondear posibles maneras de quedarse con parte de Ucrania y sobre todo su acceso al mar, más allá del control directo o indirecto que ya ejercía Rusia sobre Crimea y las provincias del Este. Con la partición del país vecino y la imposición de un estatus de país neutral el dictador salvaría la cara y desde su mundo paralelo hipernacionalista hasta podría hablar a los suyos de victoria. La opinión pública de muchos países de la coalición internacional empieza a cansarse de la guerra.

Al igual que pasó con el conflicto de Siria, la tentación es acostumbrarnos al horror y mirar hacia otro lado. Este riesgo es mucho menor en Europa Central y en los Bálticos, al sentir la amenaza muy cerca y vivir intensamente el drama de la llegada de millones de refugiados. La guerra es muy visible en esa parte del continente, tiene rostro y no hay un botón para ponerla en ‘off’.

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