Recordando el Holocausto

Qué cerca y qué lejos se encuentran de nosotros aquellos acontecimientos

19 mayo 2017 20:27 | Actualizado a 22 mayo 2017 07:56
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En el último mes he acabado de leer el magnífico libro del historiador y profesor de la Universidad de Yale, Timothy Snyder, titulado Tierra negra. El Holocausto como historia y advertencia, y he visto la impactante película El hijo de Saúl, del director húngaro Lászlo Nemes. El estudio de Snyder se centra en nuevos documentos encontrados en la Europa del Este sobre el exterminio de la población judía, así como de nuevos relatos de supervivientes. El profesor de Yale analiza la política de la solución final como parte de una política colonial a la que Hitler creía que tenía derecho como las grandes potencias de su época lo habían hecho en África, América y Asia.

Solo que tras el fracaso colonial alemán en África, optó por la expansión alemana hacia el Este de Europa. De la misma manera que los colonialistas ingleses, franceses o belgas consideraban infrahumanos a los nativos de sus colonias, el partido nazi consideraba también infrahumanos a los pueblos eslavos y en particular a los judíos europeos. Estos estuvieron en el punto de mira del nazismo al creer que la eliminación de los judíos permitiría a los alemanes expandirse por el Este europeo hacia Rusia y poder obtener grandes extensiones de terreno para garantizarse suficientes productos agrícolas. Además contaban con esclavizar a los pueblos eslavos que, como ya hemos dicho, no eran considerados humanos. Las masacres de miles de judíos en Bielorrusia y Ucrania, tal como describe también la premiada novela de Jonathan Littell, Las benévolas, se produjeron antes de determinar el exterminio industrial de seres humanos en los hornos de los campos malditos.

Precisamente de esta atrocidad habla la película de Nemes, cuyo protagonista es un sonderkommando que tiene como tarea acompañar a los recién llegados al campo hasta las cámaras de gas. El director húngaro pone al espectador ante la realidad descarnada de la cotidianidad del asesinato en masa y de la enajenación derivada de la maldad absoluta. En esta situación, aferrarse al cuerpo de un niño muerto para darle digna sepultura es lo único que mueve al protagonista a seguir vivo. Es la reivindicación de lo poco que puede quedar de humanidad en una situación así. Tanto la película de Nemes como el libro de Snyder nos hacen reflexionar sobre el necesario recuerdo de la ignominia del fascismo, recuerdo si cabe más importante de transmitir a las nuevas generaciones que sólo han tenido conocimiento de dichos acontecimientos como si se trataran de pasajes históricos que nunca volverán a ocurrir. Y aquí es donde hay que subrayar una de las inquietantes conclusiones del libro de Snyder, la de que «nuestro mundo es más parecido al de Hitler de lo que nos gustaría admitir». Para este profesor nos encontramos en una encrucijada histórica que tiene muchos elementos en común con la Europa del primer tercio del siglo XX, una grave crisis económica que tiene todos los visos de ser estructural y cíclica, el cuestionamiento de Europa como proyecto común y la vuelta paulatina a la Europa de las naciones, el rechazo cada vez más explícito de la diversidad cultural y en concreto de las poblaciones no nacionales, un creciente antisemitismo que a veces de manera imperceptible va colonizando algunos discursos de activistas políticos en Europa, llegando a pedir abiertamente el boicot a los productos procedentes de un Estado democrático como es Israel, a vetar a cantantes por el hecho de ser judíos o de criticar a escritores por recibir premios literarios procedentes de Israel. Hasta tal punto que el presidente Putin acaba de realizar un llamamiento a los judíos europeos que se sientan perseguidos y amenazados para ser acogidos en Rusia.

Paradoja donde las haya si se recuerda que fue precisamente en el antiguo imperio zarista donde comenzaron en el siglo XIX los grandes pogromos. El Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, que se celebra hoy, 27 de enero, debería servir para que en los centros educativos de toda Europa se reflexionara sobre qué cerca y qué lejos se encuentran de nosotros aquellos acontecimientos, para calibrar los peligros que acechan en la actualidad a una Europa débil que ha dejado de reivindicar lo constitutivo de su razón de ser, la defensa de los derechos humanos y de la libertad. El deslizamiento de una buena parte de gobiernos europeos por la pendiente de la xenofobia no es la mejor situación para sacar pecho mostrando los valores de la Ilustración.

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