Regresar a casa

A Ulises le costó lo suyo regresar a su isla de Ítaca, afortunadamente para el resto de la humanidad, que de sus andanzas puede aprender todo lo que necesita para sobrevivir. Ulises es el mejor ejemplo de lo que significa ser una persona con sus contradicciones, errores y victorias. A mí no me ha costado tanto, no me han seducido unas sirenas, ni me ha secuestrado una bruja ni he tenido que bajar al infierno. Aunque el infierno no le hace falta que bajes, que él ya sube a encontrarte. De vez en cuando. Tampoco es cada día. Pero han sido años en los que estar fuera era el modo de estar. Somos legión los que creemos que la felicidad reside en la geografía. Viajamos continuamente, damos vueltas y más vueltas, porque creemos que allí fuera nos están esperando los sueños. Pero la geografía no da la felicidad y regresar a casa significa aceptarlo. Cada día me verán aparecer por aquí. Hace unas horas alguien me ha preguntado si ha valido la pena volver a casa, y le he dicho que cada día pasa alguna cosa buena. Inesperadamente buena. Quizás sea eso la felicidad: poder regresar.