Tito Livio Vivo

En Tarragona podemos respirar la proximidad de Tito Livio, Heródoto...

19 mayo 2017 19:16 | Actualizado a 21 mayo 2017 17:22
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Cuando los legisladores los van eliminando hasta casi desaparecer, se reivindica el papel de las humanidades y de los clásicos en la educación. Y uno de los motivos por el que suprimen de los planes de estudios es que estos políticos no los han leído y no pueden entenderlos. Sin embargo, se advierte en los grandes estadistas, y en los no tan grandes pero que actúan con una visión amplia, que los conocen al dedillo, que han asistido a Universidades en las que se exigen estos conocimientos para casi todas las carreras o que han tenido la ambición de acercarse a ellos por su cuenta.

El argumento de que gracias a conocer la historia se puede conocer el presente y prever el futuro inmediato es un tópico cargado de razón. A estos autores –Heródoto, Tucídides, Tito Livio, Plutarco…– hay que leerlos en período de formación para asimilarlos bien, y que después acompañen durante toda la vida. Se pueden contrastar con el día a día que aparece en la prensa e interpretar con vista de helicóptero de dónde viene la actual corrupción o el populismo.

El haberlos leído es una inversión que tiene grandes réditos para los responsables políticos y para el ciudadano de a pie. Sin duda, el mariscal Mijaíl Kutúzov, el que echó de Rusia a Napoleón, conocía la estrategia de los buenos generales romanos para con Aníbal en la Segunda Guerra Púnica, en la que partían de considerar al rival como mejor y, por tanto, eludían el enfrentamiento directo, al contrario que los generales valientes, pero derrotados.

También se pueden establecer paralelismos entre aquella Roma dominante, y el dominio a lo largo del tiempo de otros países hegemónicos. En concreto, podemos ver confluencias con la política de los EE.UU., en el que sus ciudadanos no entienden por qué se les rechaza cuando piensan que están instituyendo en el mundo la democracia y la libertad. No soy en absoluto antinorteamericano como lo fue aquel presidente del Gobierno español que se quedó sentado al pasar la bandera de las barras y estrellas, y después tuvo que sudar la gota gorda humillándose para que olvidaran su desplante. Indudablemente no había leído a Livio.

Tampoco a Marx. Éste sí conocía que Roma era una continua lucha entre patricios y plebeyos, con lo que pudo escribir casi al dictado su teoría de la lucha de clases, vertebrándola con la dialéctica hegeliana que también y tan bien conocía.

Muchas son las satisfacciones que dan estas lecturas, que no son dificultosas en contra de lo que se pudiera creer, y en Tarragona especialmente podemos respirar su proximidad, y aprovechar el festival que se celebra en estos días para dejar de lado su parte lúdica, a veces bastante floja y demagógica, y adentrarnos en el verdadero espíritu que nos dejaron, mucho más enriquecedor y pleno, para que no nos sigan tratando como a plebe.

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