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    ¿Qué se esconde tras ese afán de desprestigiar y reducir los impuestos? Muy claro, reducir lo público y allá donde el Estado mengua crece el negocio privado

    19 marzo 2024 18:44 | Actualizado a 20 marzo 2024 14:00
    Cándido Marquesán
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    La ideología neoliberal nos ha impuesto unas determinadas creencias que nos hacen ver como naturales e incuestionables, y que hay que aceptar como auténticos dogmas de fe. No son creencias articuladas en un discurso trabado y coherente. Se manifiestan en unas actitudes instintivas, más emocionales que racionales.

    Una de ellas: «Los impuestos son malos». Es una aversión irreflexiva, como si el pagar impuestos fuera un expolio del Estado. Es frase repetida y asumida: «Hacienda me ha quitado 2.000 euros este año en la declaración de la renta». Es decir, que el cumplimiento de nuestras obligaciones fiscales lo vemos como un robo. Todo un ejemplo de falta de conciencia cívica.

    Los grandes partidos repiten el mantra de que los impuestos son malos para la economía. Si se reduce la presión fiscal tendrá más dinero la gente en su bolsillo, gastará más, aumentará el consumo, crecerá la economía y se crearán puestos de trabajo.

    Nadie nos dice qué bolsillos se llenarán y si el mayor consumo supondrá una mejora de la calidad de vida. Igualmente que, de acuerdo con la tesis de que los beneficios de políticas económicas favorables a los más ricos, como desgravaciones fiscales, acabarán goteando hasta las clases más desfavorecidas.

    Parece ser que los ricos son ricos en interés de los pobres y que gravar en exceso sus rentas nos perjudicará a todos. Vista la situación actual de injusticia y desigualdades crecientes, la teoría del goteo hacia abajo es un auténtico fraude.

    Aunque la privatización tuviera el éxito económico que se le atribuye (dudoso), sigue siendo una catástrofe moral. No hay democracia auténtica sin impuestos

    El Papa Francisco lo señaló en su Exhortación pontifical Evangelii Gaudium: «Algunos todavía defienden las teorías del derrame, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo.

    Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos esperan».

    ¿Qué es lo que se esconde tras ese afán de desprestigiar y reducir los impuestos? Muy claro, reducir lo público y allá donde el Estado mengua crecen las oportunidades de negocio privado. Deteriorar la educación y la sanidad públicas es oportunidad de lucro para la iniciativa privada.

    Reducir las pensiones, negocio a los fondos privados de pensiones. ¿Qué significa privatización? La privatización le quita al Estado la capacidad y la responsabilidad para reparar y mejorar las condiciones de la gente; elimina también la responsabilidad de la conciencia de sus conciudadanos, al desvincularse de los problemas comunes.

    Lo único que queda es la caridad. Pero esta es una respuesta inadecuada ante tanta desigualdad e injusticia. De manera que aunque la privatización tuviera el éxito económico que se le atribuye (por cierto, dudoso), sigue siendo una catástrofe moral. No hay democracia auténtica sin impuestos.

    Sorprende que a muchos ciudadanos se les olviden las funciones de los impuestos. Es el principal instrumento de los Estados para redistribuir la riqueza y paliar las injusticias. Sin una política impositiva progresiva y redistribuidora es imposible garantizar la igualdad de oportunidades. La ideología neoliberal hace muy bien su trabajo.

    La izquierda en lugar de preocuparse por inventarse nuevas banderas en reemplazo de la igualdad, debería conservar ese estandarte. La lucha por la igualdad es irrenunciable. De ahí que no sea de recibo para una izquierda, de verdad, aplicar las mismas políticas que la derecha en materia fiscal.

    Termino con recordatorio de nuestra Constitución, especialmente a los ‘constitucionalistas’. Es muy claro su artículo 31.1. «Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance confiscatorio».

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