Un problema grave

La violación en la madrugada del domingo de una menor de 15 años por parte de un niño de 13 en el centro de Tarragona –en realidad, daría lo mismo que fuese en la periferia– revela que tenemos un problema. Y no me refiero solo a que en nuestra ciudad se está imponiendo de un tiempo a esta parte, más allá de lo que puedan indicar los datos oficiales, la sensación de que la inseguridad va en aumento. Hablo, sobre todo, de un problema mucho más grave, ese que explica que un chaval de 13 años –el protagonista de la noticia es, al parecer, reincidente– se crea con algún tipo de derecho para irrespetar, abusar y forzar a una chica. Porque este gravísimo episodio es solo la punta de un iceberg que tiene bajo la superficie muchos más casos de maltratos y vejaciones que no siempre salen a la luz. Hablo, sobre todo, de un problema mayúsculo que tiene que ver con un preocupante incremento de la violencia machista entre adolescentes, entre una generación que se suponía que crecía con unos valores más arraigados en cuanto a libertad, empatía y tolerancia. Pero ya vemos que no, que es mucho aún lo que nos falta para educar en igualdad –y educar no es solo lo que se explica en las escuelas– y para hacer entender a las nuevas generaciones –y a las viejas, y a las medias, porque el maltrato no entiende de edades– que nadie puede siquiera llegar a pensar que tiene la potestad de obligar a una mujer a hacer algo que no quiera hacer. Nunca y bajo ninguna circunstancia.