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Fidelizar clientes de toda la vida en un lugar de paso

Raval de Jesús. La calle ha cambiado mucho en los últimos años; donde antes había incontables comercios de proximidad, hay locales vacíos, franquicias y pocos negocios

16 octubre 2022 09:25 | Actualizado a 16 octubre 2022 09:27
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Al bordear la plaza de Prim, se llega a una de las calles más comerciales y transitadas de Reus, característica por sus baldosas hexagonales en color rosado y de motivos florales. El Raval de Jesús mantiene tiendas de todo tipo: ropa y complementos, centros de estética, farmacias, cosas del hogar y algunos locales de restauración.

Sin embargo, la otra cara de la moneda, locales vacíos, también acompaña a los transeúntes en su paseo y sus compras. A su vez, parte de su belleza original se conserva en fachadas novecentistas restauradas, con balconadas de hierro forjado, elementos apotropaicos y edificaciones de entre dos y cuatro plantas.

La vía termina en la encrucijada con la calle del Vent, entre jardineras, bajo la vista de la Casa Munné y con la luz del semáforo automático, y empieza el Raval Martí Folguera, que hasta 1927 fue el Raval Baix de Jesús. Situado en el centro, en su día, los arrabales marcaban el perímetro del pueblo medieval y, por ello, su estructura urbanística es del s. XVI.

Visibilizar «el momento»

El paso del tiempo, inevitablemente, ha modificado el entorno social de la calle. Incluso evidencian ese cambio desde la Confiteria Poy, fundada a principios del 1900, y que es una de las pastelerías más arraigadas en la ciudad.

Su actual propietario, Albert Poy, relata que su bisabuelo y abuelo iniciaron conjuntamente el negocio tras el traspaso de un horno de pan y pasta de sopa, y que así empezó la tradición artesanal de elaborar los productos en el obrador.

Si algo ha garantizado el éxito del negocio es que, como afirma Poy, «su trabajo no es vender pasteles, sino momentos de felicidad porque tienen el privilegio de que la gente busque algo para celebrar en familia o con amigos». Para recordar esa parte romántica del oficio, el espacio que ocupan en el Raval de Jesús les permite tener grandes escaparates con los que ganar visibilidad. Parte de sus esfuerzos se centran en enseñar sus productos y hacerlos atractivos.

Así, cualquier persona que pase por delante se lleva a la Confiteria Poy en su memoria, porque, además, se trata de «un surtido amplio que abarca consumidores de todos los gustos», describe el pastelero. Una forma de lograr un valor añadido en el negocio es adaptarse a los nuevos hábitos y, en su caso, están explorando variedades vegetarianas y veganas que se conviertan en un referente de calidad, independientemente del público que les haya llevado a elaborarlo.

Una oferta variada y de calidad es fruto de la propia exigencia con la que trabajan en este negocio reusense. Y por ello, Poy asegura que sus clientes son fieles y vendrían a comprar aunque no estuviesen en una calle tan céntrica. De hecho, explica que, frente a las facilidades de la pastelería prêt-à-porter, todavía reciben encargos personalizados, «trajes a medida».

Al mismo tiempo, señala que «pasar, pasa mucha gente» y que agradecen mucho el turismo francés que les visita en verano, un turista gourmet que aprecia sus ingredientes y que repite cada año en busca de panellets y turrón, especialidades que la Confiteria Poy ofrece en temporada estival.

Al límite de lo comercial

«En el Raval habían llegado a estar todos los locales llenos y ahora hay demasiados vacíos», lamenta Albert Poy sobre las fluctuaciones comerciales que se dan en el centro de Reus y que cada vez afecta a más vías principales. También, indica que su negocio se encuentra en el límite de la zona de interés comercial, que disminuye drásticamente calle abajo.

Pese a ello, apunta que «el tejido asociativo que apoya el comercio en Reus -Reus Promoció, Tomb de Reus, Unió de Botiguers y Cambra de Comerç- es muy importante» y considera que sigue siendo una gran potencia comercial, aun con las dificultades por la situación económica actual y las crisis anteriores, que impiden el buen desarrollo de un negocio local de proximidad.

Por ello, el único camino es «trabajar con las pocas armas que tiene: la calidad de la materia prima, la atención al cliente y tener un sello que nos identifique sin depender de franquicias», concluye el pastelero.

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