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    Los radares pedagógicos de Reus reducen la velocidad «pero de forma puntual»

    El Ayuntamiento adquirirá 14 unidades más. Vecinos de grandes avenidas han visto cierta mejora, aunque dicen que los conductores aceleran una vez pasado el dispositivo

    18 febrero 2024 10:42 | Actualizado a 19 febrero 2024 07:00
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    Prácticamente cualquier conductor deja de acelerar si ve, en rojo, que está excediendo el límite de velocidad. Lo indican los radares pedagógicos presentes en muchos municipios, y también en Reus, que los hay desde 2021 y, ahora, el Ayuntamiento adquirirá 14 dispositivos que se sumarán a los seis que ya están en activo.

    «Son una buena herramienta», dice la concejala de Seguretat Ciutadana i Convivència, Dolors Vázquez. La Guàrdia Urbana ha constatado su efectividad, y así también lo han notado vecinos de las vías donde los vehículos suelen ir más rápido. «Había unas velocidades increíbles y, ahora, no recibimos tantas quejas como antes», comenta la presidenta de la Associació de Veïns del Barri Fortuny, Cori Balanyà. No obstante, «pasado el radar, aceleran de nuevo», puntualiza Helena. Es vecina de la avenida Onze de Setembre, un punto donde suele haber un radar pedagógico prácticamente a diario. «Hemos notado que hay gente que lo respeta, pero muchos otros no y, en todo caso, es un efecto puntual de la zona donde está el dispositivo. Después, aceleran de nuevo», resalta.

    Esta avenida es uno de los puntos donde la Guàrdia Urbana de Reus ha estudiado la circulación a través de los radares pedagógicos. Como explica Vázquez, los dispositivos no únicamente sirven para concienciar al conductor que tiene que reducir la velocidad, sino que «nos dan muchos datos del tráfico, como el volumen de vehículos, las velocidades medias...». Y aunque estos radares son móviles, «si alguno está ‘fijo’ durante un tiempo en un punto concreto es porque hay una intencionalidad», comenta la concejala de Seguretat Ciutadana i Convivència.

    Éste es el caso de la avenida Onze de Setembre: en tres meses (entre 1 de septiembre y el 30 de noviembre pasado) fueron contabilizados casi 1,2 millones de registros. La velocidad media fue de 39,24 km/h y, más concretamente: 38,35 km/h en sentido General Moragues y 40,13 km/h en sentido Pompeu Fabra. Actualmente el límite de velocidad en esta vía es de 30 km/h, «pero es reciente, antes era a 50 km/h», comenta Helena.

    Teniendo en cuenta esta circunstancia, las velocidades registradas por los radares han bajado «porque muchos sobrepasaban los 50 km/h», añade la vecina de Onze de Setembre. Ahora todavía se mantienen por encima del actual límite que, a la vez, «creemos que 30 es excesivamente baja. Así lo hemos comentado con varios vecinos», expone Helena que, en todo caso, aclara que «los conductores deben respetar la velocidad, sobre todo porque hay en esta avenida un colegio», la Escola Joan Rebull.

    Dolors Vázquez insiste que «en las ciudades no se puede ir a más de 30 Km/h, a excepción de alguna vía que es a 50» y «debemos respetar las velocidades». Es consciente que «algunos ya no hacen caso, porque son pedagógicos», pero alerta que, en ocasiones, al lado del pedagógico hay un radar sancionador.

    Una demanda vecinal

    La voluntad de ampliar el número de radares se debe, en parte, «a que hemos tenido peticiones de algunas zonas de la ciudad que les parece bien tenerlos allí porque han visto que ha habido un cambio en la circulación de vehículos», explica la concejala.

    De hecho, Cori Balanyà, al frente de la Associació de Veïns del Barri Fortuny, recuerda que fueron ellos mismos que pidieron la presencia de un radar pedagógico en la avenida de Salou. «Las velocidades eran muy altas y, ahora, al menos ya no es un continuo», señala, aunque todavía detectan que algunos pisan más de la cuenta el acelerador, sobre todo los fines de semana.

    Pero más allá de los coches, Balanyà indica otra problemática, también relacionada con velocidades e incivismo: los patinetes eléctricos. «Tenemos un problema y, cualquier día, puede haber un accidente», exclama. Denuncia que van a velocidades altas, sin señalización lumínica «y no respetan los semáforos», dice Balanyà, que indica que el principal punto conflictivo es el acceso principal al barrio.

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