Alejandro Fernández: 'El problema aquí es que Torra desprecia al 53% de catalanes'

El político tarraconense asegura que la crispación social en Catalunya «hay que atribuírsela al que decidió romper unilateralmente el orden constitucional»

11 noviembre 2018 09:17 | Actualizado a 11 noviembre 2018 09:25
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Alejandro Fernández ha pasado en menos de un año de acceder al Parlament por los pelos –en la noche electoral estaba fuera y sólo entró al contar el voto del exterior– a dirigir el PP en Catalunya. «Cosas así hacen que te des cuenta de lo volátil que es la política, de que hay que tener siempre las maletas preparadas –dice–. Es una lección de humildad, recordar que estamos al servicio de la gente. Ella te pone y ella te quita.

Tiene ante sí un gran reto. El PP pasa por su peor momento en Catalunya: cuatro diputados y ningún poder de decisión.
Sí, es un reto apasionante, precisamente por lo difícil. Mi misión es devolver al PPC la relevancia y la capacidad de decidir. Queremos un PP que vuelva a ser decisivo.

¿Tiene solución el conflicto en Catalunya?
Lo primero es entender que el problema no es la falta de diálogo entre España y Catalunya. Todos los grandes partidos que han gobernado España han pactado infinidad de veces con el nacionalismo periférico. El problema no es el encaje del nacionalismo. El problema es que no hay diálogo entre catalanes. El primer paso es que el Govern deje de dirigirse al 53% de sus ciudadanos como ‘botiflers’. El problema de la convivencia viene de ahí, no de la negociación con Madrid. Y es que con quien nunca se ha negociado es con la mitad de los catalanes que no somos nacionalistas. Lo primero, insisto, es el respeto a todos los catalanes y a todos por igual. Pero Torra habla de «colonos que hay que echar de Catalunya» y se dirige solo al 47% de los catalanes.

 

«Por ahora ha habido violencia dispersa y puntual, pero cualquier chispa puede provocar una ruptura de la convivencia»

¿Cómo ve la situación?
Enquistada en lo que más me preocupa como catalán y ciudadano, que es la fractura de la convivencia y la paz social. El proceso independentista está liquidado, pero no sus consecuencias ni la fractura social que ha creado.

¿Teme que se pueda producir un enfrentamiento?
Me preocupa porque lo veo una posibilidad. Por ahora es un conflicto donde ha habido violencia dispersa y puntual, pero cualquier chispa puede provocar una ruptura de la convivencia.

¿No cree que el PP ha contribuido a esta fractura? En la última encuesta del CIS, los españoles culpaban de la crispación a los independentistas y al PP.
Cuando gobiernas y tienes que buscar soluciones a un desafío que fue un clarísimo golpe de Estado adoptas medidas que pueden ser impopulares, pero que forman parte de la obligación de un gobernante. Nosotros cumplimos con nuestro deber. La crispación hay que atribuírsela al que decidió romper unilateralmente el orden constitucional y la convivencia.

Un obstáculo para la convivencia es la existencia de políticos presos. ¿Considera justo el encarcelamiento preventivo de los líderes del procés?
Los responsables políticos tienen que acatar las resoluciones judiciales. Ellos recibieron hasta cinco requerimientos y se reían, aparecían rompiéndolos en las redes sociales. Una asignatura pendiente en Catalunya es la falta de maduración de algunos líderes y movimiento sociales. No se puede prometer lo imposible, porque la realidad siempre se impone. Luego, que no se extrañen de las consecuencias. Un requerimiento judicial es algo muy serio. Además, está el riesgo de fuga, y eso es responsabilidad de los políticos que han huido y que, por tanto, han sembrado la sospecha de que sus compañeros hagan lo mismo.

«Han pasado cosas que no ayudan al buen nombre de la Justicia, pero eso en absoluto cuestiona la legitimidad de sus decisiones»

Pero hay numerosos ejemplos de delincuentes más peligrosos para la sociedad que están en la calle. ¿No es un agravio comparativo que puede ser visto como una venganza?
En España hay miles de presos preventivos, y también ellos tienen familia. En todo caso, es una decisión que corresponde tomar a los jueces.

Hablando de jueces, el juicio a los líderes del procés llega en un momento en el que la credibilidad y la imparcialidad del Tribunal Supremo están bajo mínimos. 
La Justicia en democracia también está sometida al escrutinio público. Es verdad que han pasado cosas que no ayudan al buen nombre de la justicia. Pero eso en absoluto cuestiona la legitimidad de sus decisiones. Las sentencias hay que acatarlas. Lo contrario es la ley de la selva.

¿Rehuye el PP el diálogo?
¿Rehuir el diálogo? Todo lo contrario. Lo que pasa es que el problema no es el diálogo con Madrid, sino que la asignatura pendiente es el diálogo entre catalanes. Desde 1983 hemos participado en más de 200 acuerdos municipales con otras fuerzas, a menudo nacionalistas. En Tarragona, sin ir más lejos, estuvimos diez años gobernando con Nadal y ahora llevamos cuatro con Ballesteros. Si alguien ha cambiado han sido los nacionalistas, que han decidido romper con su propio legado y con las reglas del juego. Nosotros estamos en la misma posición, en el mismo sitio. 

Precisamente les acusan de inmovilismo, de no reaccionar antes.
Es muy injusto decir que el nacionalismo ha sido maltratado en España. Ha mandado mucho, aquí y en Madrid. Que surja una discrepancia puntual no justifica que rompas la convivencia y trates a la mitad de los ciudadanos de botiflers y colonos.

¿Ha sido el PP una máquina de hacer independentistas?
Es el típico argumento político que carece de sentido. El PP tiene que defender sus principios y sus valores sin estar pendiente de lo que digan sus adversarios políticos. Es un estigma que nos han colocado y con él tenemos que vivir, pero es falso.

¿Aplicaría hoy el artículo 155?
Todos tenemos un jefe, nos guste más o menos. El gobierno de Catalunya forma parte de la Administración General del Estado. De hecho, el president de la Generalitat es el mayor representante de la Administración del Estado en Catalunya, pero está supeditado a ella. Y no puede haber un president de la Generalitat que llame a la insurrección o a la desobediencia. Cualquiera que hiciera esto en su trabajo sería despedido. 

¿Ha podido pesar en esta pérdida de presencia del PP en Catalunya la política de Rajoy? Se ha criticado su inacción.
Por un lado nos han criticado por ser demasiado blandos y, por otro, por ser muy duros. Es la consecuencia de gobernar en momentos de gran dificultad, con una grave crisis económica y un desafío independentista. 

«Es muy injusto decir que el nacionalismo ha sido maltratado en España. Ha mandado mucho, tanto aquí como en Madrid»

Vox está ganado protagonismo. ¿Tienen la tentación de radicalizarse para captar sus votos?
Cada partido tiene que ser muy firme con sus principios y no estar pendiente de los demás. Hay propuestas de Vox, como abolir el estado de las autonomías, que son tan irrealizables como las de los independentistas. Es populismo.

¿Y Ciudadanos?
Es evidente que ha habido un cambio y tenemos que luchar por recuperar la confianza de la gente. Pero muchos catalanes tienen la sensación de que no han aprovechado la fuerza de sus votos. No basta con protestar, hay que tomar la iniciativa, y Ciudadanos no lo ha hecho.

Hablemos de Tarragona. Usted, que ha denunciado hasta la extenuación el centralismo de Barcelona –Barcelunya, lo llamaba–, se presentará como cabeza de lista por Barcelona. 
Sí, es una norma que el presidenciable en las generales va por Madrid y en las autonómicas, por Barcelona. Yo me quejo de que las provincias no tienen presencia en Barcelona, pero intento corregirlo. Y la manera de hacerlo es ser valiente e ir allí a ocupar los centros de decisión más importantes. En Tarragona debería haber más personas que se animaran a dar el paso. Si no, seguiremos quejándonos pero no avanzamos. 

¿Cómo ve la ciudad?
Hay muchas cosas que mejorar. Como colectivo, es una sociedad que tiende a la melancolía, a quejarse por lo que puede ser y no es. Yo voy a seguir aquí, porque es la mejor ciudad del mundo para vivir. Hay calidad de vida, que depende del orden y la estabilidad. Estoy orgulloso de que el PP haya contribuido a ello.

¿Cómo valora el pacto con el PSC de Ballesteros?
No hay ningún acuerdo político idílico. Hay discrepancias, pero si comparas la gobernabilidad con otras ciudades, ves que Tarragona funciona, es segura, hay convivencia... Tiene muchas asignaturas pendientes, pero el mejor parámetro es que la gente quiere venir a vivir a Tarragona.

¿Repetiría el acuerdo?
Cuando en un gobierno se juntan partidos tan distintos pero que comparten ideas de ciudad es positivo.

A nivel personal, ¿ha sido víctima de la crispación?
Más allá de lo que te dicen en las redes sociales, que va en el sueldo, tengo la suerte de vivir en Tarragona, una ciudad plural y donde me siento muy querido.

¿Tiene amigos independentistas?
Muchísimos. Y algunos son conocidos. Nos respetamos.

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