Cuando la gente mayor corta la carretera

Confrontación. Los CDR del Camp de Tarragona bloquearon el tráfico en la A-7 como protesta por las últimas decisiones del juez Llarena. Conductores y manifestantes protagonizaron algunos enfrentamientos

25 marzo 2018 16:31 | Actualizado a 25 marzo 2018 16:39
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Dos horas y media llenas de rabia. De frío. Y de cánticos. Así se resume la tarde de cerca de un millar de tarraconenses que decidieron ayer ir a mostrar su rechazo a las últimas decisiones del juez Pablo Llarena. Pedían la libertad de los políticos que hace dos días entraron a la cárcel. La concentración estaba convocada a las seis y media de la tarde delante de la prisión de Tarragona. Pero acabó a las nueve de la noche en el kilómetro 1.162 de la A-7. Durante el trayecto pasaron muchas cosas.

Parecía que todo estaba improvisado. Pero la realidad era otra. Los Comités en Defensa de la República (CDR) del Camp de Tarragona se reunieron delante de la prisión para empezar un recorrido que acabaría bloqueando el tráfico de una de las vías más transitadas de la ciudad. Dos pancartas abrían el desfile. En una decía ‘Primavera Catalana’ y en la otra, ‘El poble mana república ara’. Empezaba el peregrinaje, siempre acompañado de un amplio repertorio de cánticos. Los más oídos fueron «Llibertat presos polítics» y «1 d’octubre, ni oblit ni perdó». También hubo música para los Mossos d’Esquadra. Decían así: «Fora les forces d’ocupació» y «No us mereixeu la senyera que porteu». Y así toda la tarde. 

Al entrar a la A-7, una vecina salió al balcón con sartén y cucharón en mano. Los manifestantes le agradecieron el gesto. Poco a poco, la masa se adueñó de la autovía y las sirenas de la policía empezaban a sonar. Ricard era el encargado del megáfono. «Estoy enfadado, esto es una injusticia. El franquismo está ganando», decía. Rosario Torres bajó del coche y se unió a la manifestación. «No queremos bajar más la cabeza», aseguraba. 

Gran parte de los manifestantes que se disponían a cortar la carretera eran personas mayores. «Nunca me hubiera imaginado encontrarme con esta situación», explicaba Rosó Claravalls, de 66 años, que, con lágrimas en los ojos, opinaba que «el Gobierno español nos está maltratando. Alguna cosa tenemos que hacer, ya no hay suficiente con llevar lazos de color amarillo». Por eso estaba allí, a punto de cortar el tráfico, de manera ilegal, en una de las carreteras más importantes de la ciudad. De repente, el conductor del coche blanco pedía a los manifestantes que le dejaran paso. La copiloto iba de parto. Pasó dirección al hospital sin ningún problema.

Entonces llegó uno de los momentos de la tarde. Los manifestantes empezaron a repartirse fotografías del rey. El objetivo era quemarlas. Hacia mucho frío y algunos de los presentes se acercaban a la quema para entrar en calor. Otros pintaron un grafiti en la carretera. 

Peleas con los conductores

«Esto es ilegal. No pueden cortar la carretera. Nos están jodiendo». Ésta era la otra cara de la moneda. Los conductores atrapados en la A-7 bajaban de sus vehículos para mostrar su malestar. Empezaban a ser conscientes de que no llegarían a la cena o a la fiesta de cumpleaños prevista. Algunos se lo tomaron bien, con filosofía. Es el caso de dos amigos que venían de un rally. Sacaron la nevera y los bocadillos del coche. Aprovecharon para entablar un debate político con algún manifestante. 

Pero no fue así en todos los casos. Y a medida que pasaban los minutos, más nerviosos estaban los conductores. Los Mossos d’Esquadra tuvieron que intervenir en alguna ocasión, ya que algún conductor salió con rabia de su coche al grito de «Viva España». Las confrontaciones entre conductores y concentrados, que demostraban el nivel de fractura social que hay en la actualidad, estuvieron presentes durante las dos horas que duró el bloqueo de la carretera. Incluso una conductora se dirigió al cordón policial y pregunto: «¿A qué estáis esperando para empezar a cargar?». 

También fue protagonista un medio de comunicación de ámbito estatal. Cada vez que parecía que el corresponsal entraba en directo, los manifestantes entonaban el «premsa espanyola, manipuladora». 

Ya eran casi las nueve de la noche y la tensa situación no cesaba, aunque algunos concentrados decidieron irse por el insoportable frío. De repente, dos jóvenes, situados en las afueras de la carretera, arrojaron dos piedras a los manifestantes. Hubo un enfrentamiento verbal entre ambas partes. Y fin. Los concentrados decidieron irse, a paso lento, hasta la puerta de la prisión, donde finalmente se disolvió la manifestación. Se reabrió la vía en los dos sentidos y la vida en la ciudad volvió a la normalidad. 

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