El camino de los juguetes más solidarios

Este año Creu Roja quiere entregar juguetes a más de 3.000 niños de la provincia. Así es el recorrido que hacen estos regalos fruto de la solidaridad ciudadana

02 diciembre 2020 20:40 | Actualizado a 03 diciembre 2020 10:46
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En casa de Carla (nombre ficticio) esta Navidad se promete complicada. La pandemia ha venido a golpear su ya maltrecha economía. Su marido, que pasó hace poco la enfermedad, está sin trabajo, y ella apenas ha comenzado de nuevo a limpiar en alguna casa. Eso sí, sabe que este año, de nuevo, podrán darle una alegría a su hija de 11 años porque en Creu Roja le han dicho que, igual que el año pasado, volverán a preparar un regalo para ella.

Cuenta Carla que el año pasado le hizo ilusión cuando la llamaron de la entidad para ir a buscar los juguetes porque no se lo esperaba. «Se los empaqueté y estuvo muy contenta. Eran varias cositas y las ha disfrutado mucho», relata.

Pero la llegada de los esperados juguetes a casa de Carla es el punto culminante de un proceso en el que interviene toda una cadena de solidaridad en la que participan muchas personas y que este año será más necesaria que nunca.

Yolanda Castell, referente de voluntariado de Creu Roja (trabajo que hace de manera voluntaria), explica que este año la Covid-19 ha venido a complicar todo el operativo de la recogida de los juguetes donados por la ciudadanía porque no se pueden organizar actos masivos.

Recuerda que el año pasado se repartieron juguetes a unos 1.850 niños y adolescentes de la provincia, pero la crisis actual plantea un reto mayor porque cada vez hay más familias con menores a cargo que acuden a buscar ayuda básica a la entidad. Calculan que este año entregarán un 62% más de juguetes. En total la intención es llegar a más de 3.000 niños.

Maquinaria voluntaria

Cada año es necesario poner en marcha toda una red de voluntarios para que se ocupen de llevar las cajas para recoger los juguetes a las empresas y entidades que participan; organizar y clasificar los juguetes; y preparar los packs para entregar en función de la edad de los niños. En la campaña, que este año tiene por lema ‘Sus derechos en juego’, participan unos 150 voluntarios de Creu Roja Joventut de las 21 asambleas de la demarcación.

En la medida de lo posible se intenta que cada pack contenga un juguete educativo, uno para jugar con la familia y un libro. En general, explica Castell, la franja de edad con la que suelen tener más problemas es la de 10 a 14 años, porque se donan más juguetes para niños pequeños. Este año, además, todavía no les han llegado muchos libros.

En la página web de la campaña (www.lajoguinaeducativa.org) se pueden encontrar los sitios a los cuales se pueden llevar los juguetes. En el caso de Tarragona la mayoría son librerías y farmacias, así como la propia sede de la Creu Roja. Allí también hay indicaciones para quienes prefieren enviar los juguetes por correo o realizar donaciones económicas.

Los juguetes son llevados a los almacenes de la entidad, donde los voluntarios se encargan de organizarlos por edades. Por ello piden a las personas que donan que no los envuelvan porque necesitan ver el contenido para poderlos catalogar. De allí se distribuyen a las oficinas donde se cita a las familias.

Los juguetes también educan

Pero más allá de la recogida, la campaña tiene un componente educativo, tal como explica Judith Sangüesa, voluntaria que se ocupa de la sensibilización y de hacer talleres en centros educativos.

La intención es que la campaña sirva para desarrollar una actitud crítica a la hora de elegir los juguetes; que no se elijan juguetes bélicos ni sexistas. «Se trata de hacerles entender que los juguetes con los que jugamos tienen un impacto, que vean, por ejemplo, que una muñeca muy estereotipada ayuda a crear un ideal de belleza que no tiene que ver con la realidad».

Desde la entidad recuerdan, además, que solo recogen juguetes nuevos porque consideran que todos los niños tienen derecho a estrenar juguetes al menos una vez al año.

Poner en marcha toda la campaña es un esfuerzo de coordinación enorme, pero las dos voluntarias coinciden: «Ser voluntaria me da humanidad y humildad, me conecta con mi esencia», dice Sangüesa. Y Castell remata: «Es mucho trabajo, pero es más gratificante que si te pagaran».

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