Gedex: 35 años destruyendo e inutilizando piezas explosivas

Durante este tiempo se han hecho cargo de 2.110 artefactos y 94.801 de otros ingenios, como espoletas, cartuchería, bengalas de señalización marítima, etc

08 diciembre 2021 18:55 | Actualizado a 09 diciembre 2021 06:27
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«Una persona que había ido a pasear a Montsant se encontró una granada de mano. Se subió al coche y la llevó al cuartel de Cambrils, con el peligro que ello supuso, principalmente para él. En otra ocasión llevaron un artefacto desde Montserrat hasta la Comandancia de Tarragona». Son dos de las anécdotas que explican los agentes del  Grupo Especialista en Desactivación de Artefactos Explosivos (Gedex) de la Comandancia de la Guardia Civil de Tarragona, que desde 1985 y hasta el pasado mes de septiembre han destruido 2.110 artefactos y 94.801 piezas de otros ingenios –espoletas, cartuchería, bengalas de señalización marítima, artefactos pirotécnicos, etc–. Muchas personas ven uno de estos artilugios muy oxidados y degradados y piensan que ya no es un peligro. Pero en su interior la mayoría albergan todavía una carga explosiva intacta, alertan los expertos. 

A lo largo de estos años, los agentes adscritos al Gedex han pasado por diversas fases o momentos históricos. Desde los atentatos terroristas de ETA y GRAPO hasta la llegada de la amenaza biológica con el ántrax, pasando por las amenazas de bomba en el litoral tarraconense de 1999 o el terrorismo yihadista. Pero también han tenido que inspeccionar grupos organizados que atacaban cajeros automáticos con gases y bombas  o las explosiones de gas en edificios.

Su llegada

El Grupo de Desactivación de Explosivos de la Guardia Civil se desplegó en Tarragona en 1979 y eran tres agentes. Durante estos años el máximo han sido seis y actualmente son cinco. El Tedax más veterano en Tarragona lleva 34 años destinado y sigue activo.

«Dependiendo de la incidencia salen más o menos. Pero el equipo mínimo son dos», señala el sargento responsable del Gedex, Félix Gómez. Desde hace unos meses, los guardias han vuelto a recuperar el ritmo de trabajo, porque por ejemplo durante el confinamiento no se hallaban artefactos de la Guerra Civil para su destrucción. Terminado el toque de queda, la gente ha vuelto a salir al campo y con ello han vuelto los hallazgos. 

La Batalla de l’Ebre ha dado mucho trabajo al Gedex. «Después de la contienda, la gente cogía los artefactos para chatarra, para conseguir dinero con el metal. Después se ha pasado al coleccionismo», aseguran. Comentan que «la gente sigue guardando artilugios.

En el Pla de la Seu, –un mercadillo que se hace los domingos en Tarragona– siempre hay algo expuesto. Sin olvidar lo que se ofrece por las redes sociales». En el caso de la feria de la Part Alta, el Servicio de Intervención de Armas, Explosivos y Seguridad de la Guardia Civil realiza inspecciones para detectar estas piezas. «La gente solo reacciona después de que haya habido algún accidente», comentan. Y de estos ha habido varios. El 25 de julio de 2003, un hombre resultó herido durante las fiestas de Xerta cuando manipulaba una granada de mano, que le cayó al suelo delante de su casa. La víctima era un coleccionista de material bélico de la Guerra Civil española. La víctima sufrió importantes lesiones en las piernas y los artificieros retiraron el resto del explosivo. El 13 de noviembre de 2016, un vecino de Batea de 40 años también resultó herido cuando manipulaba otro artefacto. 

Los más veteranos del grupo todavía se acuerdan que los importantes despliegue que se tuvieron que hacer para retirar determinados artefactos. En diciembre de 1995 se halló en Tarragona una bomba de aviación de 250 kilos de peso. Tenía incluso un agujero y había hecho costa, «estaba muy deteriorada». La había lanzado el Mallorquin, un avión que venía cada día a bombardear el puente de Tabacalera sobre el río Francolí. «Se extrajo la bomba y la pusimos sobre un camión, conducido por un compañero». La Guardia Civil de Tráfico y la Guàrdia Urbana de Tarragona estuvieron cortando carreteras a su paso y evacuando a las personas que había a lo largo del recorrido hasta la cantera de Ferran, donde se procedió a su destrucción.

El 13 de diciembre de 2005, durante unas obras de regadío cercanas a la carretera C-233 –de Flix a Bovera–, una excavadora encontró una bomba de 250 kilos, de 1,70 metros de largo y 110 kilos de explosivo. Estaba en una zona cercana donde en verano de 1938 las tropas republicanas ubicaron un puente de hierro para el paso de personal y material, puente que fue sometido a numerosos bombardeos a cargo de la aviación franquista. Para poderla transportar con seguridad hasta una cantera de Garcia se formó un convoy. La bomba iba encima de un camión, sobre una base de áridos para evitar vibraciones. «Le hicimos una cama de tierra», recuerda uno de los agentes. 

Serían los dos artefactos más grandes desactivados por los Tedax de la Guardia Civil. Pero de artilugios de la Guerra Civil han aparecido en toda clase de sitios, incluso en el ayuntamiento de Altafulla durante unas obras de reforma. Fue lanzada por las tropas franquistas durante una tarde-noche, mientras los republicanos se retiraban hacia Barcelona. También en la propia Platja Llarga de Tarragona, donde el 10 de agosto de 2018 una niña encontró dentro del agua una granada de mortero –con 125 gramos de trilita–, la recogió y la llevó hasta la arena. En la zona había un agente del Tedax de la Guardia Civil fuera de servicio, que coordinó inicialmente las labores para acordonar unos 200 metros de línea de arena.

Lo mismo pasó el 5 de agosto de 2020 cuando dos bañistas encontraron un objeto en el agua y lo trasladaron a la arena. Era otra granada de mortero de 81 mm del Ejército español de 1933. El artefacto fue recogida por los Tedax de la Guardia Civil con una manta explosivos para ser destruida en una cantera. 

De la Marina francesa

También han aparecido artefactos que utiliza la Marina francesa durante las maniobras militares. Son torpedos de fósforo que emiten humo. Los usan en aguas internacionales pero que a veces, con las corrientes, llegan a las de Tarragona. El 5 de octubre del año pasado los artificieros de la Guardia Civil localizaron uno en Les Cases d’Alcanar y el 19 de marzo de este año también en L’Ametlla de Mar, cuando un pescador se dio cuenta que lo había recogido en sus redes.

Pero no siempre lo que parecen artefactos explosivos lo son. Ocurrió por ejemplo entre las playas Llarga y Savinosa. «Fuimos a comprobarlo y era simplemente un bote de colonia». 

El 13 de febrero de 1999, la explosión de una bomba casera en la playa de Salou –que mató a un jubilado de 63 años y vecino de Manresa– puso en alerta a los artificieros. El artefacto era una tubería cilíndrica, de unos 30 centímetros de largo por diez de diámetro, cuyo interior estaba lleno de pólvora clorada y restos de arena. El día 21 del mismo mes explotó un segundo artefacto, causando heridas a un Tedax de Lleida en la zona de Cala Crancs, uno de los objetivos que se marcaban en los anónimos extorsionadores que recibió el Patronat de Turisme de Salou. Por el tipo de bomba se descartara que fuera de alguna banda terrorista.

«Durante un mes estuvimos peinando las playas, desde Roda de Berà hasta Cambrils», recuerdan. Y lo hacían no con el material propio de desactivación de explosivos sino con tractores y arados. Un trabajo en el que participaron artificieros de las cuatro comandancias de la Guardia Civil en Catalunya y al que se sumó también el Ejército.

Terrorismo

Durante más de veinte años, buena parte del trabajo de los artificieros de Tarragona estuvo centrado en la seguridad y los artefactos que la banda terrorista ETA puso en la demarcación de Tarragona, la primera el 2 de agosto de 1979 en el Passeig Jaume I de Salou. Una llamada recibida previamente permitió desalojar la zona. Después llegaron los atentados en el complejo petroquímico: el 12 de junio de 1987 en el pantalán de Enpetrol –dos bombas de relojería formadas por 54 kilos de amonal– y el 10 de setiembre de 1990 en el rack. Y entre los años 1995 y 1996, los etarras colocaron bombas en diversos puntos de Salou, Cambrils y Reus para dañar la imagen turística de la zona.

Los Tedax de Tarragona también estuvieron en el piso de la calle Amargura de Reus donde fue desarticulada la cúpula de los GRAPO el 9 de junio de 2006.

Delincuentes con explosivos

Los agentes reconocen que entre 1995 y 2001 fueron los años más intensos de su actividad. Y no solo por temas de terrorismo, sino también por otros de delincuencia común que utilizaban explosivos. Como los grupos organizados que se dedicaban a asaltar cajeros automáticos. En los primeros casos utilizaban gas –como en uno ocurrido en Perafort– pero después ya ponían cargas explosivas. Y también les tocó explosiones de gas en edificios, como en uno a las afueras de Valls o en Calafell.

Pero a partir del 11 de septiembre de 2001 la situación cambió radicalmente. La preocupación principal pasó a ser el yihadismo. Y la unidad también se ha tenido que adaptar a los nuevos tiempos. En el 2000 pasó al sistema de defensa NRBQ (nuclear, radiológico, bacteriologico y químico) y actualmente el grupo se denomina Tedax-NRBQ. Para hacer frente a las nuevas amenazas, tiene diferentes trajes de protección, «depende de cada tipo de intervención nos ponemos uno u otro según el nivel de peligro», recalcan. El más básico es el ER, que evita solo la contaminación, mientras que el más sofisticado es que el lleva un equipo de respiración autónomo. 

En su quehacer diario también se han encontrado con casos curiosos, como el de una persona que se dedica a hacer por ejemplo una granada o una rana en forma de cerebro. Estos objetos los vende por el mundo, «y claro, son inofensivos, pero que llevan a confusión cuando son detectados por los escáners del servicio de Correos. Están compuestos de material orgánico, y de un tipo de pintura que parece metal». Ahora, los envíos ya se realizan a través de otra plataforma. 

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