«Hablar de un nuevo POUM es una frivolidad política»

Los urbanistas recuerdan que el plan general no es un instrumento rígido. Son partidarios de introducir cambios y revisar aspectos como el crecimiento, pero no optan por reiniciar el debate 

05 febrero 2018 09:46 | Actualizado a 05 febrero 2018 09:55
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La previsión de iniciar nuevos planes parciales en la zona de Llevant, la oposición frontal que han mostrado algunos de los partidos de la oposición y el creciente interés que muestra la ciudadanía por aquellos temas que le afecta directamente ha puesto encima de la mesa el debate sobre si el POUM de Tarragona ha quedado obsoleto o no. Cuando se aprobó definitivamente en el año 2013 se presentó como un instrumento marco que trazaría las líneas de crecimiento de los próximos veinte años. Ahora, ya hay quien opina que los parámetros en los que se negoció no sirven y que hay que abrir de nuevo su debate. 

Las críticas han llegado principalmente desde el ámbito político. En cambio, los expertos en urbanismo de la ciudad se muestran más prudentes. Estos no mantienen un punto de vista homogéneo, pero en general aseguran que debería producirse una reflexión «más profunda» al respecto. «Que una cosa que costó catorce años de trámites ahora, después de cuatro años, nos estemos planteando revisar creo que es una aberración. No podemos desmontar el planeamiento general según el deseo de unos cuantos», argumenta el arquitecto Agustí Domènech. Pide al Ayuntamiento de Tarragona y a los partidos políticos que sean «responsables» con el contenido. «Es lógico que la ciudad vaya creciendo y no tan solo estamos hablando de edificación sino también de resolver las necesidades en infraestructuras y en equipamientos», argumenta. 

El debate se ha puesto encima de la mesa a raíz de los pasos que se han dado para empezar a ejecutar el Pla Parcial 24, que es el que afecta al entorno de la Budellera. La construcción de más de 2.000 viviendas en esta macrourbanización ha despertado críticas. «Cuando los planes parciales son muy grandes comportan dificultades porque es absurdo crear suelo y que después no se ocupe, pero que se desarrolle por fases también comporta dificultades de gestión», mantiene el presidente del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya en Tarragona, Joan Tous. Los propietarios argumentan que el hecho de que el plan general contemple su desarrollo en el primer sexenio debe permitirles seguir adelante con la inversión. De hecho, a pesar de que el proyecto está ahora en fase de suspensión temporal, así lo reivindican. Por ello tienen en marcha un contencioso administrativo. 

«Que una cosa que costó catorce años quiera revisarse me parece una aberración»

Ni fijo ni inamovible
Para Joan Tous, «el POUM debe ser garantista. No puedes cambiar las reglas del juego continuamente». Este profesional califica de «frivolidad política» plantear la redacción de un nuevo plan general, tal y como defienden algunas formaciones. No obstante, también cree que «una cosa es empezar desde cero y la otra pensar que es una foto fija e inamovible». 

Un punto de vista similar mantiene el también arquitecto Josep Llop. «La revisión de un POUM significa un cambio de modelo y no podemos estar cada dos por tres buscando qué queremos ser», dice. Destaca que es una herramienta con una «perdurabilidad» que «va más allá de los mandatos políticos», y remarca la inseguridad jurídica que se produciría si ahora se empezase a debatirse de nuevo. «No podemos tomarnos estas cuestiones tan a la ligera, porque es cierto que debemos reflexionar constantemente sobre al respecto, pero cuando hay un modelo hay que comprometerse», sigue argumentando.

«No nos lo podemos tomar tan a la ligera. Hay un modelo que debe cumplirse»

Por su parte, Enric Casanovas es partidario de una modificación. «Es necesario que se adecúe a la realidad económica del país y que solucione los defectos de crecimiento». Y en este segundo bloque incluye la necesidad de «resolver las entradas de la ciudad». Concretamente, aboga por una nueva entrada de la autopista, que se apueste por el crecimiento de Llevant uniendo las urbanizaciones y que se religuen los nuevos barrios por el norte. «La Budellera tiene que colgar de Sant Pere i Sant Pau, no de la Vía Augusta, de lo contrario será un suicidio para la ciudad», describe.

Casanovas considera clave esta mejora de las comunicaciones para que Tarragona se encuentre en posición de crecer. «La población tiene que venir del área metropolitana y si no garantizamos una buena conexión con la autopista o seguimos con el servicio ferroviarios actual no habrá una masa social», describe.

«Si la Budellera cuelga de la Vía Augusta será el último suicidio»

Más prudente se muestra Arnau Tiñena. El responsable del despacho Nua Arquitectes considera que «debería corregirse la dinámica expansionista» que recoge el plan general. Argumenta que la ciudad no debería extenderse hacía las zonas en las que tiene su patrimonio natural. En cambio, considera prioritario religar el centro con los barrios de Ponent. «En lugar de planes expansionistas, debería fomentarse más la idea de una ciudad compacta y más sostenible, con desplazamientos más cortos y menos emisiones de CO2». Tiñena apuesta por llevar a cabo una «reflexión a fondo» para empezar a trabajar hacia esa idea de ciudad «impermeable».

Entre los que se muestran poco partidarios de cambiar las reglas del juego y los que abren la puerta a introducir cambios, el arquitecto Joan Tous defiende buscar un punto de consenso intermedio. «Una posibilidad sería la revisión de aquellos planes generales, como Horta Gran, que aún no se han iniciado y que serán de difícil gestión», defiende Tous. Además, constata también que «el debate de lo público ha cambiado. La ciudadanía se ha visto llamada a participar, por lo que este instrumento también debería reconocerlo».

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