'La gente no conoce a los concejales del Ayuntamiento'

Oriol Grau es guionista, músico, actor y director de teatro habla sobre los últimos días de la sala Trono, de su relación con Bernardo Cortés y define Tarragona como una ciudad rancia con sentido del humor

19 mayo 2017 15:57 | Actualizado a 21 mayo 2017 14:16
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Oriol Grau es guionista, músico, actor y director de teatro. Empezó en el mundo audiovisual junto con Andreu Buenafuente y Fermí Fernández con el programa ‘El Terrat’. Formó parte de éxitos televisivos como ‘Sense Títol’ o ‘Plats Bruts’. Compagina el trabajo de actor y director con el de profesor de la Universitat Rovira i Virgili (URV).

– La Trono bajará el talón definitivamente el sábado, ¿como se siente?

– Es ambivalente porque ‘Això és tot’ es una obra tan chula y entrañable que lo pasamos muy bien haciéndola. Pero al mismo tiempo lo que explicamos no es ficción, es la realidad, que cerramos un teatro. A medida que se acerca el día ganamos conciencia.

 – ¿Es la obra que le está costando más?

– Sí, pero lo que pasa es que la obra en sí misma ya es una despedida y como cada día la vivimos supongo que el cuerpo y la cabeza se están mentalizando.

 – ¿De dónde salió la idea de hacer la obra?

– Es de Joan Negrier, gerente y director de la sala, quien pensó que debía hacerse un ritual de despedida no tan solo para nosotros sino también para los espectadores. Después pensó en Pau Ferran, un actor que también había trabajado con nosotros y nos entendemos muy bien. De hecho, los dos venimos de la misma escuela. Pau viene de Dames i Vells de Reus y yo de Dames i Vells de Tarragona.

 – ¿Para un productor es lo máximo cerrar un teatro por el éxito de público?

– Ahora ya lo veo como un proceso. La Trono ha estado catorce años y ahora cerramos para que aparezcan cosas nuevas. Es un proceso natural, 25 años aquí no lo veo. Tenemos 700 amigos y tan solo hay 50 butacas, los números cantan. Acaba un ciclo. Ahora ya no lo veo como un drama.

 – ¿Y después qué?

– Como sala cierra pero la productora sigue funcionando, por lo que deberemos reinventarnos. Yo también estoy ambivalente. Tampoco sé muy bien qué voy a hacer con mi futuro cuando acabe la obra.

– ¿La idea es encontrar otra sala?

– Por parte de la productora sí. Una cosa es producir y la otra que lo puedas enseñar en casa, que es muy cómodo. En Tarragona falta este espacio de teatro alternativo de pequeño formato.

– ¿Están buscándolo ya?

– Sí, hemos mirado algunos locales municipales y otros de privados, pero encontrar un espacio en la Part Alta, que es lo que nos gustaría, es muy difícil porque son limitados.

– ¿Y el Metropol?

– Es una posibilidad que el concejal de Cultura dijo que resultaba interesante, pero no hay nada firme. No tenemos una propuesta encima de la mesa, no lo hablamos profundamente.

– ¿Sería el espacio deseable?

– Ahora está infrautilizado. Tenemos dos teatros pero en realidad estamos hablando de una sola programación, por lo que estaría bien que el Metropol adquiriese cierta personalidad. Podría ser un espacio con una programación más alternativa con muchas posibilidades.

– Catorce años de la Trono, ¿esperábais llegar aquí al inicio?

– Por descontado que no, pensábamos que sería una aventura de tres o cuatro años.

– ¿Una idea alocada?

– Era un probémoslo con humildad. De hecho, en los primeros tres años todos éramos voluntarios que no cobrábamos. A partir de aquí la cosa ya se profesionalizó, fue como un juego.

– ¿Cómo ve la Trono del futuro?

– Pediría que fuera más cómoda, accesible para las personas en silla de ruedas, que los actores estuviéramos igual de cómodos y con capacidad para unas 150 butacas.

– ¿Se imaginaba a los 53 años en Tarragona como actor y director en una sala que está apunto de cerrar?

– No. Me fui a Barcelona a trabajar y yo pensaba que me quedaría allí. La vida son fluctuaciones y en mi caso son ciclos de catorce años. Estuve catorce años en El Terrat y ahora los mismos en la Trono. Ha llegado el momento de un nuevo cambio.

– ¿Tarragona es agradecida con sus actores?

– Yo me siento muy querido y reconocido en esta ciudad. Como Trono somos profetas en nuestra tierra. Tarragona es una ciudad dura, sin una tradición teatral. Estuvo muchos años sin teatro y no había manifestaciones en la calle.

– ¿La etapa televisiva se ha acabado?

– De momento sí, estas cosas son intermitentes y si mañana me hacen una oferta como la que en su momento me hizo Mònica Terribas quizás la acepto. No iré a llamar a ninguna puerta, soy tan chulillo que espero que me llamen.

– ¿Se aburre en Tarragona?

– No, que va. Me faltan horas. Soy muy activo.Estoy en un grupo de Bollywood y en la coral Sageta de Foc. Como entrenamiento personal me busco actividades para cuidar la voz y el cuerpo.

– Se critica mucho que ésta es una ciudad en la que no hay nada, ¿lo comparte?

– Yo no ¿Qué es escasa la oferta cultural? Sí. Quizás faltarían más espacios tanto a nivel musical como teatral, pero primero deberíamos dedicarnos a crear público. Hay gente de mi edad que no ha ido nunca al teatro y esto es muy heavy.

– ¿Qué supuso para usted la muerto de Bernardo Cortés?

–Me entristeció mucho. Teníamos un fuerte vínculo. Cada dos o tres meses quedábamos y aunque estaba muy delicado aún tenía ganas de tocar. Fui a verle al hospital hace dos semanas y me explicó que tenía un bolo en Girona y deseaba que le acompañara con el Palomino. Estaba en la cama del hospital con unas ganas de vivir.

– ¿Hubiera dejado que le enredara?

– Supongo que sí.

– ¿Había magia en la relación?

– Le tenía un gran respeto como artista y poeta. Era un poeta que cantó para llamar la atención, pero comenzó recitando poesía. Era un hombre cultivado y esto es lo que debería quedar de él.

– ¿Palomino volverá?

– No creo, no me motiva mucho. Lo disfruté mucho pero ahora ya soy mayor.

– ¿Oriol Grau se ha hecho mayor?

– No (ríe), pero me motivan otras cosas. Si me pagaran una pastarrufa me pongo las orejas y lo que haga falta, pero no iría a buscarlo.

– ¿Y no sabe hacia dónde quiere que le lleve?

– No, estoy a la expectativa.

– ¿Qué le apetece?

– Ahora tengo un pequeño huerto y muchas ganas de dedicarle más tiempo. Soy un niño de piso que no tiene ni idea de agricultura y que está descubriendo un mundo que me apasiona. Y, más allá, seguir a la universidad y haciendo teatro.

– Siempre queda Dames i Vells.

– Está claro que sí. Es aquella vez al año que te permite sacar toda la rabia contenida traducida en humor.

– Este año pueden llegar cargados.

– En los últimos años ya lo han venido bastante y además si coincide en que teóricamente tendremos que votar en septiembre, no sé cómo acabaremos. Espero que se resuelva antes de acabar el texto.

– Si no les toca cambiarlos.

– Esto ya nos pasó el año de los atentados del 11-S, cuanto introdujimos dos versos nuevos y aún era tan reciente el tema que más que risa, dolió.

– ¿Han cambiado alguna vez porque han decidido morderse la lengua en el último momento?

– No. Alguna vez nos ha venido la persona afectada y nos ha pedido que no dijéramos algo porque lo estaba pasando mal. Después, algunas veces le hemos hecho caso, otras no.

– ¿No me dirá quién ha sido?

– No, tan solo puedo decirle que ha sido algún concejal.

– ‘Dames i Vells’ es como el ‘Polònia’, si no sales es que la gente no te conoce.

– Sí, pero ahora la gente no conoce a los concejales. Tan solo al alcalde, a la Floría y diría que ya está. La gente no conoce a los concejales del Ayuntamiento.

– ¿Cree que hay sentido del humor?

– Sí, por ser Tarragona una ciudad con fama de rancia, es bastante tolerante. Hemos recibido amenazas pero al final la sangre no llega al río.

– ¿Es justificada la fama de rancia?

– Tenemos arzobispado y esto pesa mucho, y hay una parte de esta sociedad tarraconense que se mueve alrededor de las cofradías. Es una ciudad preciosa que si la comparas con la libertad que se respira en Sitges no tiene nada que ver. Aquí había un solo bar de gays y ya está cerrado.

– ¿Qué más le falta a Tarragona?

– Reivindico que una de las necesidades más urgentes es un centro de pensamiento contemporáneo que genere discurso, relato de ciudad y unifique criterios. Que vinieran sabios a explicarnos cosas que pudieran orientar a ciudadanos y a políticos. Se improvisa mucho y se prometen cosas que no se cumplen.

– ¿Por qué es todo tan difícil en esta ciudad?

– A veces pienso que es el virus de la abulia tarraconensis. Es una ciudad tan bonita que no tiene que hacer nada, o quizás porque después de la Guerra delFrancés se repobló de gente de fuera que no tenía el sentimiento de toda la vida.

– También es de fuera y ha trabajado mucho por la ciudad.

– Sí, a mi me encanta Tarragona y hacerla crecer culturalmente, pero no soy de aquí.

– La sala está en el centro de la Part Alta, ¿están Farts de Soroll?

– No, pero cuando vivía en la Plaça del Rei la verdad es que me molestaba que empezaran a tocar los timbales a primera hora de la mañana. Escribí a las cofradías para que me dieran sus horarios para poder adaptarme y no hubo forma. Hay un cierto sentimiento hegemónico de que lo hemos hecho toda la vida, pero los tiempos cambian y el catolicismo ya no es mayoritario.

– ...

– Tarragona tiene esta paradoja que puede asumir Dames i Vells como propio y ser esa ciudad rancia. Vive en una ambivalencia. Estoy convencido de que si ahora hiciéramos la representación en Girona se morirían del escándalo.

– Una vez al año toca salir del armario.

– Supongo que sí.Tuvimos la experiencia de ir a Barcelona y fue escandaloso. Tal es así que el funcionario que nos contrató lo denigraron. Fue en 1992, cuando actuamos delante de todas las autoridades. De las guarradas que decíamos no se reía nadie. Tan solo los camareros y los mossos, pero de las autoridades nadie.

– ¿En la sátira ya no vale todo?

– Dames i Vells lleva 36 años y va más allá del humor. Reconozco que hemos sido salvajes y a la gente le encanta. Esto dice mucho de una ciudad también.

– ¿No se imponen límites?

– No. Combatimos la autocensura, que es lo peor.

– ¿Resulta más difícil hace humor pensando en lo políticamente correcto?

– Nosotros formamos parte de la desobediencia. Humor machista, sobre los gays, la pederastia de los curas...

– ¿Entiende que los límites de lo políticamente correcto atentan a la libertad de expresión?

– Sí. Es una nueva censura más estilizada y sutil.Con el humor ancha es Castilla. La obligación de los cómicos es llegar a la línea roja y hacerla más grande.

– ¿Y en la vida?

– No me aceptes, pero respétame.

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