La necesidad aprieta «y aún no ha llegado el invierno»

Reportaje. A la cafetería social Cafè i Caliu han acudido desde septiembre 125 personas que entraban por primera vez. Los voluntarios temen un aumento cuando arrecie el frío 

06 noviembre 2018 10:21 | Actualizado a 07 noviembre 2018 10:44
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Teresa Bea es la primera cara que ven cada día quienes acuden a la cafetería social Cafè i Caliu, en la Part Alta de Tarragona. Lleva en el mismo puesto desde que Càritas Interparroquial de Tarragona puso en marcha el proyecto en 2011. Estaba aquí incluso antes, cuando en este mismo edificio funcionaba la Casa del Transeúnte. Por eso llama la atención cuando explica que, según las fichas que entrega cada día, desde que abrieron el 3 septiembre han acudido al servicio 125 personas «nuevas», es decir, que nunca habían estado aquí. A su lado, Arantxa Abril, voluntaria, explica que les preocupa llegar a verse desbordados, porque todavía faltan por venir algunos habituales de la cafetería que se acercan cuando aprieta el frío. «Aún no ha llegado el invierno», advierte. 

Para acceder a la cafetería, sólo hace falta contar con un documento de identidad. Abren a las 9 de la mañana, pero cuando llegamos, a las 8.30, ya encontramos a una docena de hombres esperando y eso que, nos aseguran, ayer era un día tranquilo. Trabajan de lunes a domingo todos los meses del año menos agosto. Toda la gestión la llevan a cabo íntegramente unos 60 voluntarios.

Justo antes de abrir la cocina es un hervidero. Teresa Rodríguez, otra voluntaria, prepara hamburguesas por un lado y lentejas por el otro, mientras vigila el horno, donde tiene pizzas y mazorcas de maíz. «Lo que tenemos lo damos, aquí se aprovecha todo», señala sonriente.  Y, efectivamente, así es, explica Jordi Borràs, también voluntario.  Porque aquí todo lo que se cocina proviene de donaciones de grandes y pequeñas empresas y entidades. Así, pues, hay días con mucha abundancia, como el de ayer, y otros en que la aportación es más modesta aunque igualmente completa.

Aunque no se trata sólo de comida, recuerda, sino de ofrecer un sitio caliente y, sobre todo, calor humano a personas en situación difícil. Para muchas, ésta es la única comida del día.

Un techo no es suficiente

Javier (nombre ficticio) tiene 59 años y duerme en la calle. Su plato va bien cargado y automáticamente se ofrece a compartirlo con nosotros. La mayor parte de los días ésta es su única comida, a menos que en algún bar le ofrezcan algo. Comparte mesa con otro hombre que explica que él sí que tiene casa, pero no está en condiciones. De hecho, se asea aquí porque ofrecen un servicio de duchas. Tiene una pensión por discapacidad (tiene 40 años), pero no le llega para comer.

En general, las mesas están ocupadas por hombres de mediana edad, aunque también se ve algún abuelo y a jóvenes. Estos últimos, explica Arantxa, han aumentado significativamente y entre ellos sí que hay mujeres.  Además de comida y compañía,  la intención es ayudar a los usuarios a mejorar sus posibilidades de empleo. Para ello cuentan con una trabajadora social, esta sí, contratada por la entidad, para ayudarles en la búsqueda. Así, quienes lo desean, pueden participar en el Proyecto Sociolaboral que Càritas Interparroquial desarrolla gracias a las 14 parroquias que aglutina en la ciudad. 

Se trata no sólo de ponerles en contacto con posibles empleadores, sino, también, de darles herramientas a la hora de buscar empleo o presentarse a una entrevista de trabajo.

Cuestión de cariño

A medida que avanza la mañana el movimiento se relaja, pero no mucho. Javier, jubilado, se encarga de lavar los platos a buen ritmo. Mientras, Úrsula, la decana, a sus 80 años, es la encargada de las pastas. Cuenta que viene aquí porque tiene una buena vida y siente necesidad de dar gracias por ella, pero sobre todo por los usuarios, «les quiero», cuenta.

Eso sí, aprovechan para decir que aunque hay donaciones, siempre hacen falta. Ahora mismo se necesitan especialmente productos de limpieza y de higiene personal. 

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