Las fuentes de TGN se enfrentan a la desconfianza de los usuarios

Un recorrido muestra que, a pesar de tener un uso muy escaso, la mayoría de surtidores funciona. La limpieza debe mejorar, pero los análisis dicen que la calidad del agua es buena

05 julio 2018 19:33 | Actualizado a 16 julio 2018 17:24
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En verano la escena se repite en cualquier parte de la ciudad: turistas y vecinos acarreando botellitas de agua para paliar la sed mientras las fuentes de boca pasan inadvertidas. «Yo no sabría decirle si funcionan o no, nunca bebo de ellas», apunta una mujer mientras enseña su botella. 

Nos proponemos, pues, hacer el experimento de ver en qué estado se encuentran. Desde enero de este año la Empresa Municipal Mixta d’Aigües de Tarragona, Ematsa, se ocupa de la gestión de las fuentes de boca de la vía pública (las de los parques son responsabilidad de Parcs i Jardins). De momento controlan una red de 40 fuentes. En el recorrido visitamos 15 del centro y la Part Alta.

El primer hallazgo es que la principal arteria peatonal de la ciudad, la Rambla Nova, cuenta con un número razonable de fuentes. Desde el tramo más nuevo, cercano a la Torre dels Vents, hasta el más antiguo, pegando al Balcó del Mediterrani, contamos cinco fuentes, unas de dos y otras de cuatro surtidores. Eso sin contar la de diseño más funcional, que se encuentra en el Paseo de las Palmeras. Comprobamos que todos los surtidores funcionan, pero durante el recorrido, a pleno mediodía, sólo una turista se mojó los labios en una.

Lo otro que queda claro es que a la falta de uso hay que sumar el incivismo de algunos ciudadanos que usan las fuentes como papeleras en las que tirar paletas de helado, colillas, pañuelos, blisters de pastillas, envoltorios... Todo sin contar con las flores amarillas que caen de los árboles y que estos días tapizan la Rambla. En el caso de algunas de las fuentes han formado una espesa capa en el fondo. Sade, una joven que aguarda al lado de una fuente, dice que para beber del agua de las fuentes «muy sedienta tendría que estar». A ella no le inspiran ninguna confianza, «porque veo a gente dándole de beber a los perros».  Efectivamente, esa escena también la veríamos más adelante, la de un dueño aupando a su perro para que beba directamente de la fuente. 

La fuente de los enamorados

No obstante, a pesar de su escaso uso, las fuentes también tienen un valor sentimental para algunos tarraconenses. Es el caso de Juan, Julio, Manolo y Jesús, cuatro amigos jubilados que acostumbran a sentarse en el mismo banco de la Rambla Nova y con vistas a la fuente que hay en el número 72.

«Esta fuente ya estaba aquí en el año 53, y yo sé por qué se lo digo... Ese año le pedí matrimonio allí a mi mujer. Yo la había conocido en las Galerías Comerciales, más arriba», rememora Jesús. Hoy él y su esposa siguen juntos y el grupo de amigos, medio en broma, medio en serio, llama a esa fuente «la fuente de los enamorados».

Pese a todo, ellos tampoco beben de la fuente. Su reticencia, reconocen, viene de lejos, de antes del minitrasvase del Ebro, cuando el agua que llegaba a la ciudad todavía era salada... Y no han vuelto a intentarlo. La fuente que están contemplando tiene el diseño característico de las fuentes de hierro colado de la ciudad, siempre con los mismos motivos: ranas, caracoles, águilas, cangrejos... Y el escudo de Tarragona.

Por supuesto que es potable

Aunque tal vez la clave de las suspicacias hacia las fuentes esté en la pregunta que hacen cuatro turistas de Pamplona en una de las dos fuentes de piedra que están en las escalinatas de la Catedral, en la Plaça de les Cols. «¿El agua es potable?.. No hemos visto ningún cartel», preguntan ellas, que reconocen que en su ciudad sí que están acostumbradas a beber de las fuentes desde pequeñas.

Los bebederos de la Catedral son, sin duda, los que más uso tienen, aunque no siempre como agua de boca, sino como una especie de lavamanos, sitio donde limpiar las frutas y hasta de lavapiés... En estas fuentes hay menos desperdicios que en el resto, pero estaría bien retirar la concentración de moho del fondo.

En la Part Alta también hay un número importante de fuentes, como la emblemática de la Plaça de la Font y otras con más o menos interés estético. Una de las más emblemáticas es la Font de l’Arquebisbe Armanyà, en la Plaça de Sant Antoni (aquí uno de los grifos funciona y el  otro, no). En un banco, a pocos metros, dos adolescentes explican, sin levantar la vista de sus móviles, que nunca han visto beber a nadie allí: «La gente prefiere comprarse una botella de agua en el bar de al lado». Seguramente no se imaginan que hubo un tiempo en que el agua no llegaba a las casas y muchos vecinos dependían del agua que acarreaban desde esta fuente.

El laboratorio avala su calidad

Pero, reticencias al margen, lo cierto es que la calidad del agua que sale de las fuentes que están en la vía pública es muy buena, asegura Daniel Milan, director-gerente de Ematsa. Apunta que recientemente han conocido los resultados del detallado análisis de laboratorio que encargaron del agua de todas las fuentes de la vía pública sobre las que tienen control y los resultados de todas fueron muy positivos.

«Tenemos la máxima garantía»

Las fuentes, además, están sometidas a un control periódico y trimestralmente se revisan las condiciones en que se encuentran. Las pintadas son uno de los problemas que se encuentran con más frecuencia. Explica Milan que uno de los motivos de comenzar a ocuparse del control de las fuentes es la campaña en la que está trabajando la empresa con tal animar a los tarraconenses a beber el agua del grifo porque, de hecho, el agua que sale de las fuentes, explica, es la misma de la red y pasa por los mismos exhaustivos controles.

Un buen motivo para beber agua de la fuente, apunta Agustí Garciapons, responsable de operaciones de Ematsa, es que el agua que transportan se encuentra a una temperatura estable de 17 a 18 grados, algo muy de agradecer cuando la temperatura ambiente está sobre los treinta grados, como es habitual en estos días. «Más fresca que cualquier botella que pueda llevar en el bolso», defiende.

Durante el recorrido también nos dimos a la tarea de ir probando el agua de los distintos bebederos. Lo cierto es que, pasados los instantes iniciales en que sale el agua más caliente porque los grifos están al sol, el agua es fresca y de buen sabor. Otra de las razones es meramente medioambiental, e implica reducir el uso de botellas de plástico (sólo el 4% del plástico en el mundo se reutiliza y una de estas botellas puede tardar 500 años en degradarse).

En este esfuerzo también han hecho un proyecto piloto en las escuelas de la ciudad para incentivar el uso de las fuentes entre los niños. El curso que viene se incorporarán nuevos centros educativos. También han puesto en marcha un ‘punto de hidratación’, una especie de fuente portátil con varios grifos, que se conecta a la red de agua. Ya la han instalado en diferentes eventos deportivos. El próximo será la Mitja Marató de Tarragona en noviembre.

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