Ponga un ukelele en su vida

El boom. El Club d’Ukelele del Catllar ilustra el auge de este instrumento que hasta se ha colado en las clases del colegio

02 abril 2018 11:47 | Actualizado a 02 abril 2018 12:19
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Un grupo de adolescentes cantando y tocando el ukelele en el Parc del Francolí. Chicas de 15 años durante el recreo del Institut Martí i Franquès. Un curso de iniciación organizado por el Ayuntamiento de Tarragona. Hasta existe el Club d’Ukelele del Catllar. 

El instrumento está de moda. La nueva ola del folk y el indie se apropiaron de un tiempo a esta parte del artilugio de origen hawaiano, que se ha acabado colando en las clases de música, erigido en pieza didáctica clave. 

En el Catllar hay uno de esos epicentros. Los viernes por la tarde, en el ayuntamiento, hasta una veintena de personas se reúnen para ensayar. «Todo empezó en 2015. Yo fui a buscar a mi hija al casal de verano y vi que estaban tocando ese instrumento y el monitor iba como si fuese el flautista de Hamelín, y cantando con los niños detrás. Me pareció muy gracioso y me quedé con ello», cuenta Marcelo Tarantino, uno de los socios fundadores del club y, a la sazón, impulsor de la iniciativa. 

Primero se informó y aprendió incluso la historia, los orígenes. Luego se compró dos ukeleles. Después habló con algún interesado más y creó un grupo de WhatsApp. Al poco tiempo empezaron a ensayar. «Fue todo muy improvisado e informal. Nos reunimos y decidimos montar una asociación. Íbamos haciendo canciones infantiles, montamos un par de presentaciones en el colegio», recuerda Marcelo. 

El ukelele, esa especie de guitarra miniaturizada con cuatro cuerdas, vive un boom en todo el mundo. Ha atrapado a los millenials pero también a adultos y, por supuesto, al colectivo hipster, al nuevo moderno urbanita. Hay clubes en lugares como Valencia, Madrid, Pamplona, Zaragoza, Alicante, Bilbao o Barcelona. 

Parte de la culpa del auge del instrumento en El Catllar la tiene también el tarraconense Carlos Uriarte, el inquieto profesor en el casal. En verano se le podía ver cruzando el pueblo entero para ir a la piscina, tocando el ukelele y con el séquito de críos detrás, cantando feliz. «Marcelo se fijó y me ofreció la idea de montar el grupo y la asociación», explica Carlos, que también ejerce como profesor y hace algunos tutoriales.

Tan pujantes están siendo aquellas clases de padres de alumnos que el instrumento ha acabado por colarse en el colegio. «Hicimos un convenio con la escuela. Hubo un compromiso fuerte de la dirección y, a través de la asociación de madres y padres, que puso el dinero, se compraron alrededor de 30 ukeleles para los estudiantes», recuerda Marcelo.

Aprender matemáticas
Cada alumno tiene su ukelele y practica en clase de música. Ya no se vive solo de la flauta dulce o la guitarra española. «Es un instrumento barato y a nivel pedagógico es muy útil», recalca Uriarte, que desglosa los beneficios que puede tener para el chaval: «Se trabajan notas, solfeo, acompañamientos, acordes, se hacen matemáticas. Es muy beneficioso para trabajar la concentración. Tiene efectos muy positivos para los muchachos. Cuando un alumno aprende a tocar una canción y la puede interpretar le da un buen subidón de autoestima». 

Así, mayores y pequeños –y también jóvenes– disfrutan de un instrumento que lo tiene todo para enganchar. «En la primera parte de las clases hacemos rasgueo. Luego probamos algo más complicado. Tocamos canciones no sólo de niños», cuenta Marcelo. 

El repertorio es todavía corto pero se va ampliando, y luce gran eclecticismo, pues va de los omnipresentes Txarango, con ‘Quan tot s’enlaira’, a clásicos como ‘Imagine’, de John Lennon. «Ahora hay una movida grande con el ukelele. Es un instrumento muy barato, fácil de transportar y que da para cantar cualquier canción. Es muy agradecido. Y que los chavales salgan del colegio con estas nociones de cuerda es algo espectacular», incide Marcelo. 

«No somos expertos. Yo antes de coger un ukelele no tenía ni idea de música, no había tocado nunca nada. Hay todo tipo de niveles», explica el principal impulsor. El avance es rápido y la satisfacción muy elevada cuando a las pocas semanas el amateur acaba sacando los primeros ritmos. En el progreso también tiene que ver la aportación de algunos profesores reputados que enseñan a los padres. Entre ellos, está Paco Montañés, docente de percusión para mezclar con las cuatro cuerdas o el noruego Anders Clemens Øien, un prestigioso concertista de guitarra. Todos ellos, con mayor o menor vinculación con el colegio público del Catllar, ponen su granito de arena en la causa.

Cada semana, uno de esos padres que tocan se pasan por la clase de música de los pequeños para compartir experiencias y sensaciones alrededor del artilugio. No queda ahí la progresión de este club. Ahora están ensayando con intensidad para incorporarse con dos temas a la coral Sant Nicasi, del Catllar, y no descartan más colaboraciones futuras. 

Mientras, la nueva edad dorada del instrumento continúa. La red es un hervidero: se buscan profesores para dar clases, se imparten cursos presenciales y ‘on line’, se organizan ‘ukequedadas’ y hasta se montan festivales en torno al instrumento. Por supuesto, proliferan por internet tablaturas y partituras para tocar casi cualquier canción. Es la nueva juventud del ukelele, 70 años después de que hasta Elvis, el rey del rock, también probara el instrumento.

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