«Supe que el próximo muerto iba a ser yo»

Jaime tiene 22 años y era líder social en Colombia. Amenazado de muerte, huyó a España. Hoy vive y trabaja en TGN

25 junio 2021 19:10 | Actualizado a 26 junio 2021 16:11
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Jaime tiene apenas 22 años pero habla como alguien que ha vivido mucho. Resume la situación que le obligó a huir de Colombia con un «me tocó el problemón de ser líder social en un país como el mío».

Cuenta que, desde pequeño, comenzó a involucrarse en las actividades de la fundación que fundó su madre destinada a las mujeres, «para que pudieran informarse de sus derechos sexuales, anticoncepción, prevención de la violación... Mi mamá no tenía con quién dejarnos, así que íbamos a todo», cuenta.

Cuando tenía 18 años lo contrataron en un programa gubernamental para dar charlas en institutos y ayudar a organizar operativos de salud en su comuna, en Cali, en el Valle del Cauca. Su novia le echaba una mano. Fueron cuatro meses de contrato y aunque ya estaba involucrado como voluntario en otras actividades, «ese fue el momento en que me hice más visible».

Acabado aquel contrato trabajó en una empresa, pero lo dejó porque consiguió el acceso para estudiar lenguas extranjeras en la universidad. Su novia estudiaba enfermería. Mientras, organizaban actividades solidarias en la comuna como colectas para llevar juguetes a los niños en Navidad.

El día que todo se torció

Pese a ser muy jóvenes, Jaime y su novia (que ahora tiene 21 años) vivían de manera independiente en una casita y combinaban trabajo y estudios. Pero todo se torció el 7 de diciembre de 2019, «día de la Virgen, allí estábamos con las velitas frente a la casa», rememora. Dos hombres armados los metieron en su casa y les dijeron que tenían que ‘colaborar’ porque ya llevaban mucho tiempo en el barrio.

Lo cierto es que nunca supieron quiénes eran los dos hombres en un barrio donde hay exmiembros de la guerrilla, exparamilitares, contrabando de drogas, delincuencia común, reclutamiento de jóvenes... En su caso lo que querían no era dinero, que no tenían, sino todos los datos de los vecinos que tenían en sus archivos.

Dijeron que no y comenzó la pesadilla. Empezaron a vigilarlos y denunciaron ante la Fiscalía. Les asignaron una protección policial que consistía en que un agente se interesaba una vez al día por su situación.

Decisión en tres días

Pero un día, cuando Jaime se iba a la universidad, le bajaron de la moto y le dieron una paliza brutal. Le dijeron que ni él ni su novia iban a contar la próxima. Era para tomárselo en serio, en su barrio mueren de tres a cuatro personas cada semana, «y supe que el próximo sería yo», relata.

En tres días vendieron lo que tenían, pidieron prestado y se plantaron en Madrid en enero del año pasado. Tras un periplo que implicó varios meses viviendo en Burriana en casa de una señora que conocieron en Facebook y que además les pagó los pasajes, entraron en el programa en Tarragona.

Dice que Creu Roja «ha sido como un ángel caído del cielo para nosotros, nos han dado casa, comida, apoyo psicológico y un curso que nos ha abierto las puertas del mercado laboral».

Ambos están trabajando en un restaurante de comida rápida y viven con sus propios ingresos en un piso de alquiler de la Part Alta.

«Nos dieron asesoría psicológica, pasamos de tener una vida independiente allí a ir a un país que no conoces a pasar necesidades». La Navidad, dice, fue lo peor, «pero nos arreglamos para que nos viera la familia».

Ahora acaban de recibir la noticia que no querían: su solicitud de asilo ha sido denegada. Jaime cuenta que presentó más de 40 páginas de documentos y fotografías, la denuncia de la Fiscalía de su país... Pero tanto a él como a su novia les dieron una respuesta con un texto casi calcado.

La decisión se puede recurrir, pero para eso necesitarían un abogado y, si pierden, deberían pagar 3.000 euros «que no tenemos».

Ahora, pese a que no tienen documentación, se sienten afortunados porque les han mantenido el trabajo. Están pensando en pedir el arraigo social pero no ha pasado el suficiente tiempo y su contrato no tiene las horas que se necesitan, pero dice que «hay que ser positivos, no nos vamos a rendir», asegura.

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