En su último informe apuntan que el precio de los pisos de obra nueva en Tarragona ha subido un 17% en el último año. ¿Cómo se explica?
Somos conscientes de que han subido significativamente. No obstante, cuando lo contextualizamos no es un dato que nos diga que en Tarragona ha pasado algo excepcional ya que la media catalana es del 14%.
¿Por qué esa subida?
Desde la covid hemos tenido un incremento muy importante de los costes de construcción, de entre un 20 y un 25%, y en cierto modo los promotores intentamos repercutirlo en el precio de venta. También es cierto que hay mucha movilidad y que estamos en máximos históricos en cuanto a la compraventa de segunda mano.
¿Cómo ha cambiado la demanda?
Muchísimo. Uno de cada dos pisos que está a la venta en Catalunya tiene zona comunitaria o piscina. Esto no había pasado nunca. Por otro lado, el concepto de segunda residencia ha pasado a mejor vida en general. Todos queremos una vivienda en la que podamos pasar todo el año. Otra cosa que hemos notado mucho es el teletrabajo, ya que estamos haciendo viviendas con todas las habitaciones en red, como si fueran oficinas. Y en cuanto a los espacios exteriores, vemos que las terrazas tienen una gran demanda. Incluso está pasando una cosa que antes era impensable, que es que se reduce una parte del espacio interior a favor del exterior.
¿Esto hace que haya gente que se haya marchado de la ciudad para ir a los pueblos?
Aquí es más residual. Lo que hemos detectado desde la burbuja inmobiliaria es un retorno a las ciudades. Había mucha gente que iba de Tarragona a El Morell y Els Pallaresos. Muchas de estas personas si han podido regresar al centro lo han hecho.
¿Hay un fenómeno contrario?
Llevamos algunos años así. Eran familias que en su momento fueron a vivir en un chalet y ahora tienen cincuenta o sesenta años, con los hijos fuera de casa, y aquella casa se les hace una montaña. Lo que quieren es volver a vivir al centro, moverse a pie y tener las cosas cerca. Cuando miramos estadísticamente las licencias de obra que se están dando fuera de Tarragona, Reus, Salou, Cambrils, Vila-seca, Altafulla y Torredembarra no se está haciendo nada. En Valls no se ha hecho un piso nuevo desde hace quince años y es una población de más de 20.000 habitantes. En Montblanc lo mismo. Realmente el pinyol del Camp de Tarragona es el triángulo que todos conocemos y la costa, pero cuando te alejas de este núcleo todo es muy llano.
Por qué este comportamiento tan desigual. Hace unos años La Pobla de Mafument fue el municipio de Catalunya que concedió más licencias de obra.
Es complejo, pero hay muchos factores. Hay un tema de demanda. Si miras los movimientos migratorios en la provincia, hay ciudades que ganan población y otras que pierden o están estancadas. Las que ganan son las grandes y la costa. Si una población pierde habitantes lo último que necesitan es que se hagan pisos. Otro fenómeno importante es que todavía sufrimos los efectos de la burbuja inmobiliaria, cuando el 75% del tejido empresarial promotor desapareció y no se ha repuesto.
Aseguran que a corto plazo no se ha notado la anulación del POUM en Tarragona. ¿Qué repercusiones tendrá?
El mercado inmobiliario funciona por la oferta y la demanda. Tarragona es una ciudad atractiva que va incrementando su población. Si no hay suficiente vivienda, que es lo que pasa en Barcelona, cada vez irán subiendo los precios. Cuando hablamos de obra nueva, lo fundamental es tener suelo, pero la última calle nueva que se hizo hace más de quince años. Esto significa que el precio de los pisos nuevos seguro que subirán.
Los planes que se mantienen tan solo con las normas subsidiarias permiten la construcción de más de 10.000 viviendas.
Lo que pasa es que si una persona quiere irse a vivir a Joan XXIII y no puede, y por tanto le propones que se vaya a La Floresta o a Sant Pere i Sant Pau, no irá. Un problema que tiene Tarragona es que es una ciudad muy dispersa. Entiendo que sumando estas poblaciones periféricas puede hacerse vivienda, pero ¿hay demanda para ir a vivir en estas partes? Porque hoy por hoy, a pesar de la bonanza que hay para hacer pisos nuevos no se están haciendo.
Ninguno de los grandes sectores de crecimiento del POUM de 2013 había empezado a desarrollarse y hasta que haya uno de nuevo y se empiece a construir puede pasar mucho tiempo. ¿Tendrá un impacto?
El urbanismo es muy lento y necesita muchos años porque tienen que ponerse de acuerdo muchos actores. Todo es muy complicado, pero quizás lo más difícil es tener una estabilidad, diría que política.
¿A qué se refiere?
Tarragona debe decidir si quiere crecer o no, nosotros no nos entrometeremos, pero deben haber estabilidades políticas importantes. No puede hacerse un POUM, que decidirá cómo se hará la ciudad en los próximos veinte años, sin un gran consenso, porque después vendrá otro partido político que no le gustará y volverá a poner el contador a cero. Y aquí van pasando los años y es el principal peligro. Les pediría un gran pacto de ciudad para que mande quien mande no se convierta en un arma política.
Y no es así.
La principal cosa que se habla es si haremos La Budellera o no, pero es que un POUM regula muchísimas otras cosas. Si en un local comercial puede hacerse una actividad u otra, si una acera debe ser más o menos ancha, si los pisos deben ser más pequeños o más grandes, las plazas de parking… Me da la sensación de que a veces se focaliza mucho en una cosa que es muy visual y espectacular, pero el 90% del POUM habla del día a día de muchas familias, empresas y comercios. Un POUM no tan solo es La Budellera. También debería preocuparnos por qué tenemos tan abandonada la Part Alta o qué hacemos con la Tabacalera. Lo que me duele es que como capital de todo el Camp de Tarragona, esta ciudad no puede estar sin POUM.
¿Por qué el debate se centra en estos grandes crecimientos?
Es una decisión importante que no estoy minimizando ni mucho menos, pero se hace oposición política en estos temas porque son muy visuales y estridentes. En cambio, me sorprende que nadie haga un debate sobre cómo recuperar el Jaume I o qué hacemos con las vías del tren.
El POUM de 2013 tenía un modelo de ciudad muy expansionista y los estudios demográficos apuntan a un estancamiento de la población.
No hay ningún POUM en Catalunya que se haya desarrollado al 100%, lo que pasa es que si no tienes las planificaciones hechas no podrás hacerlo. Tarragona no tendrá 200.000 habitantes porque el POUM lo diga, los tendrá si es suficientemente atractiva y tiene demanda.
¿Debería recuperarse el plan de 2013?
No sé si debemos volver a 2013, pero lo que es cierto es que no hemos tenido tiempo de desplegarlo y tampoco vale decir que estaba todo mal. Estoy seguro de que en el 90% del contenido nos podríamos de acuerdo, porque estamos hablando de qué hacer con la Rambla Nova o la Rambla Vella, que está muy degradada. Qué pasa, que porque hay La Budellera ya no sabemos qué hacer con la calle Reial. Es que todo esto es el POUM anterior.