Josep Oriol Pujol i Humet (Barcelona 1961), psicólogo de formación, es Director General de la Fundació Pere Tarrés donde trabaja desde 1984.
En estos 20 años de la Fundació Pere Tarrés en Tarragona. ¿Cómo ha cambiado el perfil de las personas que atienden?
Ahora estamos más en la Tarragona rural. Al principio estábamos sobre todo en la ciudad de Tarragona y era una realidad que ya conocíamos en Barcelona: barrios con una presencia de inmigración elevada y donde la precariedad se muestra con mucha crudeza, sobre todo cuando hay poca ocupación, como en la crisis del 2008 o en la Covid.
Como sociedad, ¿damos importancia al tiempo que pasan los niños fuera de la escuela?
El momento en el que los niños están fuera de la escuela es cuando más se notan las desigualdades... José Antonio Marina habla de que antes toda la sociedad educaba y además con una unicidad de criterio: si hacías una trastada en el pueblo y había un vecino que te advertía, tus padres apoyaban a esa persona. Ahora no es así.
La acción educativa está muy relajada en el ámbito familiar y la escuela hace lo que puede con unos recursos que no llegan con la intensidad necesaria... El complemento que hacemos por las tardes a la salida de la escuela es muy importante para aquellos niños y niñas que no tienen un apoyo. Ves niños que llegan a la escuela con dos o tres años con doscientas palabras y los que llegan con dos mil.
Y las diferencias se acentúan en verano.
Sí, la directora de una escuela de un barrio de Tarragona nos decía que desde que hacemos el casal de verano han ganado dos meses de curso académico porque después de un verano de tener a los niños en la calle les costaba dos meses volver al orden. Y no es que nosotros hagamos algo extraordinario, nosotros hacemos lo que podemos, pero estos chicos y chicas que no tienen vacaciones con su familia, que el padre y la madre trabajan jornadas muy extensas, encuentran un lugar donde hay unas pautas, unos referentes.
¿Qué se puede aprender en unas colonias que no se aprenda en clases?
Lo primero es un nivel importante de autonomía. Tienes tu ropa que te han puesto y te la tienes que administrar tú; tienes que relacionarte y defender en el mejor sentido de la palabra. Además, los monitores son unos referentes para estos niños y niñas diferentes al maestro que les ponen notas o los padres que les fijan normas.
Hay una proximidad generacional y por eso entienden mejor el razonamiento que puedan hacer.
¿Los ven cambiar desde que llegan a las colonias hasta que se van?
Sí, al principio puede haber nostalgia de los padres, una cierta prudencia; pero luego se integran con los compañeros y en las despedidas de adolescentes hay hartadas a llorar... Les sabe muy mal que se acabe lo que han podido vivir.
El valor de las relaciones presenciales pues.
Sí, en las colonias los móviles no se pueden utilizar, los guardan los monitores y muchas veces se hace la reflexión a posteriori de que haber estado sin teléfono no ha supuesto nada grave y se lo han podido pasar bien...
Después de la Covid hay mucha adolescencia tocada, que ha quedado muy sola, que no tiene muchos referentes... Y enganchados al teléfono móvil, que a veces lleva a un empeoramiento de problemas de orden psicológico.
Cuando se habla de la atención a los más vulnerables ¿dónde termina la responsabilidad de las administraciones? Se señala que las entidades han terminado llegando donde no llega el Estado
No lo comparto. No quiero eximir al Estado de responsabilidad. El Estado debe de garantizar unos mínimos de bienestar suficiente. Eso no quiere decir que no sea positivo que la sociedad civil se organice y que hagamos cosas por las personas...
Por ejemplo, es positivo que una entidad que puede captar fondos públicos y privados pueda llevar a niños en situación vulnerable o con déficit de aprendizaje de colonias. Cuando hacemos esto no creo que estemos sustituyendo una responsabilidad de la administración.
¿Le preocupa el auge de la ultraderecha?
Creo que eso preocupa a todo el mundo en este país y sobre todo la manera en la que se están presentado en contra de las personas migrantes, de los más vulnerables socialmente, como culpabilizándolos desde una demagogia para la que no hay base. Y me preocupa además en el caso catalán desde una perspectiva nacional catalana.
¿La pandemia nos hizo mejores?
Mientras se vivió la pandemia hubo muchas personas buenas que tuvieron un comportamiento ejemplar.
Pongo el ejemplo de nuestros monitores que se prestaron a sustituir a los voluntarios mayores que distribuían alimentos en uno de nuestros centros de Barcelona. Esas personas siguen colaborando generosamente con otros, pero también hay los que solo miran por ellos y siguen haciéndolo. No sé si ha habido una transformación.